Luego de cuatro horas de debate (más un receso), ayer por la tarde finalmente el Congreso aprobó el voto de investidura al gabinete encabezado por Gustavo Adrianzén. En total hubo 70 votos a favor –incluyendo el voto unánime de Fuerza Popular, Renovación Popular y Somos Perú, así como 9 de 10 votos de APP–, 36 votos en contra –con votos unánimes de Perú Libre y Cambio Democrático– y 17 abstenciones.
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Si la confianza otorgada al nuevo premier implicase –como debería– una promesa de cooperación entre el Ejecutivo y el Congreso, esta podría ser la última vez que un presidente del Consejo de Ministros pase por este trámite. Como se recuerda, la reciente reforma que aprobó el retorno de la bicameralidad también eliminó la exigencia de que cada nuevo gabinete requiera de un voto de investidura. No obstante, a juzgar por el tono del debate de ayer, incluyendo el de quienes votaron a favor, queda claro que la aprobación ha sido otorgada de forma muy crítica o con reservas.
El congresista Jorge Montoya, de Renovación Popular, reclamó por ejemplo que no se haya planteado incrementar el presupuesto para las Fuerzas Armadas, así como que Adrianzén no le haya dedicado “ni una sola línea” a plantear respuestas puntuales sobre “lo que debe corregirse” en inseguridad. Martha Moyano, de Fuerza Popular, criticó duramente al Gobierno por no dar respuestas claras en la investigación sobre los relojes Rolex de la presidenta. En ambos casos, se entendió que si bien su voto fue a favor, esto era más para intentar dar estabilidad al país. No porque realmente aprobaran al Gobierno.
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Alejandro Cavero, por su parte, anunció directamente que votaría en abstención, pues consideraba que el Gobierno no estaba mostrando resultados y que no estaba “a la altura”. Junto a él, otros tres miembros de Avanza País terminaron votando en el mismo sentido.
Hasta cierto punto, es esperable que un Gobierno sin bancada que los represente se enfrente a un ambiente más hostil de lo usual durante un debate de investidura. Pero no podemos dejar de considerar que lo visto ayer se ha dado en un contexto en que el país lleva años de continuo retroceso en indicadores de institucionalidad democrática, como ha advertido en más de un informe el Economist Intelligence Unit. Así las cosas, que el debate de ayer haya confirmado nuevas grietas en la relación entre el Ejecutivo y el Congreso parece especialmente preocupante.
El objetivo de los votos de investidura es otorgar confianza al país en que el Congreso y el Ejecutivo serán capaces de trabajar de la mano en el futuro cercano para aprobar las leyes y políticas públicas que el país requiere. Lo visto ayer, no obstante, estuvo lejos de lograrlo.
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