Si a la construcción le va bien, el resto de la economía responde positivamente; pero si le va mal, la mayoría de los demás sectores se perjudica. Y eso es exactamente lo que ocurrirá este año. Según proyecciones de la Cámara Peruana de la Construcción (Capeco), el sector cerrará el 2023 con una caída de 3.3%, respecto del 2022. Lo más preocupante es que las expectativas de las empresas del gremio han estado empeorando conforme han transcurrido los meses. El principal factor que explica esta depresión es la contracción de la inversión privada, tanto de las empresas –que han dejado de edificar o adquirir instalaciones operativas y administrativas– como de las familias –que han dejado de construir o comprar viviendas–.

Ese retroceso es el reflejo del deterioro de la confianza de empresarios y familias, que data de la campaña electoral del 2021 y que se profundizó con el pésimo Gobierno de Pedro Castillo y su constante hostigamiento al sector privado, al que se sumó la afinidad del Congreso con la informalidad, más la incertidumbre creada por la coyuntura política –en particular, la impopular permanencia de Dina Boluarte en la presidencia–. Otros factores que agravaron la situación de la construcción fueron las protestas del primer bimestre, que interrumpieron la ejecución de obras, así como las fuertes lluvias provocadas por el ciclón Yaku y El Niño costero.

Las cifras al primer semestre lo corroboran. Según el INEI, el sector se contrajo 8.97% en dicho periodo (en julio habría completado siete meses consecutivos en rojo), y arrastró a otras actividades como la manufactura no primaria, pues hubo menor fabricación de marcos o armazones de metal y partes de esas estructuras (torres, armaduras, puentes), de puertas y ventanas de metal, de aserrado de madera, y de cemento, entre otros insumos. El impacto directo fue la caída del empleo en el sector, lo que implicó una reducción de ingresos en miles de hogares. Y a menores ingresos, menor consumo.

El sector financiero también acusó el golpe, ya que se redujo el otorgamiento de créditos hipotecarios (en número y montos). Ello a pesar de la disminución de los precios de las viviendas, ante la acumulación de unidades que no han podido ser vendidas –es el principio básico de la ley de la oferta y la demanda–. Otro principio, que el Gobierno no parece entender, es que únicamente elevando la inversión pública no se reactivará la economía. Tampoco es recomendable confiar exclusivamente en el “efecto rebote”, sobre todo si ya hay certeza de la presencia de El Niño global.