Redacción Gestión

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CONGRESO. Para bailar un vals se necesitan dos; para gobernar el país también. Nadie duda de que una relación fluida entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo facilita la labor de ambas instancias en su intención de hacer lo mejor para el Perú.

No siempre esta relación es fácil. Hasta antes de 1990, el presidente de turno siempre tuvo mayoría en el Congreso. En 1990, la oposición fue la fuerza mayoritaria. Dos años después, el Ejecutivo decidió disolver dicho poder del Estado. A partir del 2001, solo el Gobierno del Apra no logró la mayoría congresal y, sin embargo, alcanzó presidir el Parlamento durante cuatro años.

Si bien las elecciones terminaron hace casi dos meses, las declaraciones de diversos congresistas en las últimas semanas, incluidas las frases en la ceremonia de juramentación, demuestran aún una mirada muy corta de lo que su labor implicará.

El nuevo periodo que se inicia es de grandes retos. Ambos poderes deberán conciliar sus ideas de qué "es lo mejor para el país" y, sobre todo, comprender que la ciudadanía no les ha dado el derecho de ser los dueños de sus espacios, sino que les ha dado el encargo de consensuar ideas. Ni el Legislativo debe creer que puede legislar de espaldas al Ejecutivo, ni el Ejecutivo podrá trabajar sin acuerdos con el Congreso.

La primera presidenta del Congreso será Luz Salgado, quien en sus primeras declaraciones ha señalado que no serán un Parlamento obstruccionista y que intercambiarán ideas y argumentos para tomar decisiones concertadas en beneficio del país. Además, asegura que serán capaces de superar las diferencias con tolerancia.

Sin duda, el estilo que imprima Salgado en su periodo al frente del Congreso será vital para determinar qué tipo de relación llevarán ambos poderes del Estado. Lo peor sería que se inicie un enfrentamiento entre las cinco fuerzas presentes en el Parlamento y el Gobierno. Los errores que se cometan de uno u otro lado solo terminarán por decepcionar nuevamente al país.