Por Enver Figueroa Bazán, coordinador de SCRUB Perú
A lo largo del día, las personas tomamos 35,000 decisiones en promedio y el 99.7% de ellas son automáticas. Así lo reveló el estudio “Inteligencia artificial y humanos: grandes mentes piensan parecido”, realizado por Lightspeed Research de Inglaterra en el 2017.
Decisiones como la velocidad al endulzar el café, moverse para abrirse paso mientras se camina, qué zapato atar primero, entre muchas otras, no resultan del análisis de la situación, sino de hábitos adquiridos con el tiempo. Los hábitos son una forma que tiene el cerebro humano de reservar energía para destinarla a tareas complejas.
El cumplimiento de prácticas sanitarias preventivas como lavarse las manos, usar mascarilla, mantenerse a 1.5 metros de otras personas, cubrirse al toser o estornudar, y no tocarse la cara con las manos, ha demostrado ser la mejor forma de prevenir el contagio del Covid-19.
Sin embargo, estas conductas no son hábitos. Nadie está acostumbrado a hacerlas, por lo que es preciso desarrollarlas como tales.
En el 2010, los psicólogos Lally, Van Jaarsveld, Potts y Wardle de University College London, publicaron la investigación “Cómo se forman los hábitos: modelando la formación de hábitos en el mundo real”, según la cual toma en promedio 66 días desarrollar un hábito nuevo.
Luego de 50 días de cuarentena obligatoria, los contagios no han cesado sino que han aumentado más rápido que antes de la medida y más a prisa que en otros países (estamos al mismo nivel que Italia hace un mes), haciendo evidente que la medida es insuficiente, sino errada.
El gobierno pudo usar mejor ese tiempo si hubiera dispuesto acciones para fomentar que la población adopte prácticas sanitarias preventivas como nuevos hábitos, especialmente en ambientes sociales abiertos como los mercados de abastos y los paraderos de los buses.
Las investigaciones en el campo de la economía conductual indican que el recuento diario de contagiados y fallecidos por el Covid-19 no forma hábitos.
Tampoco favorece su adopción el culpar a los “indisciplinados” por ello. Las personas no salen a la calle por el gusto de contradecir una norma, sino porque existen sesgos conductuales que les hacen responder de manera imprevista a la pandemia.
Precisamente para conocer esas respuestas conductuales e implementar estrategias que ayuden a la adopción de prácticas sanitarias preventivas como nuevos hábitos, la Universidad Monash de Sydney, Australia, viene realizando la Encuesta para Entender las Respuestas Conductuales al Covid-19 o SCRUB por sus siglas en inglés.
El estudio busca entender las actitudes, creencias y comportamientos de las personas en respuesta a la pandemia, así como probar la efectividad de intervenciones de bajo costo orientadas a cambiar la conducta de las personas.
Los hallazgos son transmitidos a los responsables de la política de salud para que gestionen de forma más eficiente los recursos para evitar más contagios y muertes por el Covid-19.
Una primera ronda de la encuesta se ha realizado en Australia y Estados Unidos, habiéndose obtenido los siguientes resultados:
- 55% es el promedio de adherencia a las conductas sanitarias preventivas (distancia social, uso de mascarilla, cubrirse la boca al toser/estornudar, no tocarse la cara con las manos, lavarse la manos). o 75% de los hombres entre 30 y 40 años observan el distanciamiento social, pero sólo el 50% de los hombres entre 20 y 29 lo hacen.
- Las conductas más difíciles de cumplir son el distanciamiento social y el tocarse la cara.
- Las principales barreras para el cumplimiento voluntario de las conductas sanitarias son el sistema de transporte público y el deseo de reunirse con familiares y amigos.
- El lavado de manos es la conducta que más se cumple: 88%, pero lo cumplen mucho menos las personas entre 18 y 29 años.
- Conforme ha avanzado la pandemia, la ansiedad y la percepción de riesgo aumentó, siendo más intensa en personas con enfermedades crónicas.
- Las cuatro preocupaciones más grandes son: el desborde del sistema de salud, la quiebra de los pequeños negocios, la recesión de la economía y la baja del empleo, y el riesgo de que la gente se vuelva más aislada y egoísta.
- La información provista por el gobierno sobre la pandemia no afecta la probabilidad de quedarse en casa, pero si la información recibida a través de las redes sociales.
El Perú es el segundo país de América Latina donde se ha constituido un equipo de trabajo, siendo el primero Brasil, ambos por ser países con altas tasas de contagio.
Actualmente SCRUB tiene equipos en 13 países, entre ellos Italia, Alemania, Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Irlanda, México, Brasil, Perú, India, Arabia Saudita e Israel.
La Universidad de Monash pondrá a disposición de los responsables del Gobierno peruano los resultados de esta investigación, a fin de que puedan usarse para gestionar con más eficiencia las comunicaciones y los recursos del sistema de salud pública y, así, reducir los contagios y las muertes.