Escribe: Pedro Pablo Kuczynski, expresidente de la República.
El Perú está sentado sobre un enorme potencial minero. El futuro más claro se ve en el cobre, que es hoy nuestra principal exportación, equivalente a más o menos un tercio de los US$ 70,000 millones que exportamos anualmente en este momento. Pero el Perú podría generar muchos más ingresos, tanto exportables como fiscales.
¿De cuánto estamos hablando? Al ritmo actual estamos produciendo y exportando 2.8 millones de toneladas métricas de contenido de cobre, lo que nos debería dar en el presente año US$ 25,000 millones de exportaciones y una cifra muy considerable de ingresos tributarios. Dos preguntas: ¿Cuáles son los obstáculos? y ¿cuáles son las ventajas que tiene el Perú? El Perú tiene hoy probablemente las segundas reservas mundiales de cobre y también tiene costos mineros muy competitivos. En este último aspecto quizás nos gana El Congo, pero el gran auge reciente minero en ese país se basa, en parte, en “high grading”, o sea desarrollar las partes de alta ley de las minas, creando un efecto positivo transitorio, pero también un riesgo futuro. Chile, desde luego, con una producción de exportación de mas de 5 millones de toneladas, es el principal productor y exportador, pero sus costos son muchísimo mas altos que los de Perú y alguna de sus minas, entre ellas Chuquicamata, están en proceso de reconstrucción.
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El mercado internacional del cobre estuvo dominado en los últimos 20 años por la demanda de China. Pero en los últimos años ha surgido un nuevo elemento, que es la tendencia universal al a buscar la electrificación como alternativa al uso de hidrocarburos. Esta tendencia le ha dado un giro trascendental al mercado del cobre, el metal más importante en la electrificación, la cual hoy se está extendiendo, no solo a sus usos tradicionales, sino también al transporte.
El problema que enfrenta el mundo es que las reservas del mineral del cobre son de difícil acceso y tienen costos de desarrollo altos. Por ejemplo, la gigantesca mina de Oyu Tolgoi en Mongolia está cambiando de tajo abierto a socavón, lo mismo que está ocurriendo en Chuquicamata en Chile. Esto generará nuevas reservas pero mayores costos de operación. Mientras tanto, el Perú todavía tiene potenciales mineros muy competitivos, que se conocen desde años.
Calculo que podríamos empezar con unas cuantas inversiones grandes: Zafranal, Los Chancas, Michiquillay, Tía María, entre otros. Para el futuro más lejano está el gigantesco proyecto de La Granja, que tiene extensas zonas de baja ley y compleja metalurgia por el alto contenido de arsénico indeseable. Con los proyectos inmediatos podríamos llegar a 4 millones de toneladas de producción, o sea de valor exportable de unos US$ 40,000 millones a los precios actuales del mercado, alrededor de US$ 4.50 la libra, un nivel extraordinario. La inversión privada requerida es grande, pero manejable, probablemente alrededor de US$ 10,000 millones a lo largo de cinco o seis años, más otro tanto para ir manteniendo las reservas de las minas existentes. Los efectos positivos serían crear unos 100,000 trabajos adicionales técnicos formales y, además, permitir eliminar el déficit fiscal.
Pero nada de esto va a ocurrir si no nos concentramos en eliminar los obstáculos que enfrentamos. Lo primero y más importante es la inestabilidad política del Perú: no se ve claramente adónde estaremos en uno, dos o tres años. El segundo obstáculo más importante y tradicional, es una grave ignorancia en la opinión política de lo que representa la minería moderna, que es cuidadosa con el medio ambiente. Esta ignorancia se refleja en todo tipo de restricciones innecesarias y legislación engorrosa. Nadie va a poner miles de millones de inversión en un país con un futuro tan incierto como el del Perú.
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Además, hay otras cosas que se deberían promover, entre ellos la fundición y refino del cobre aquí en el Perú, en vez de exportarlo en forma de concentrados, que son materias primas que consumen altos fletes, contaminan y reducen el posible valor agregado. Para hacer eso, necesitamos un acuerdo con China, el principal comprador de los concentrados, para que gradualmente vaya dejando sus fundiciones contaminantes, construidas en otras épocas, e importen un producto más elaborado del Perú con las últimas tecnologías ambientales. Hoy un tercio de nuestras exportaciones de cobre son producto de fundición, pero podríamos llevar ese porcentaje a dos tercios si hubiera una política de promoción e industrialización en vez del actual desorden que se opone a ella.
Avizoro que en la nueva era mundial de electrificación ambientalmente responsable, el Perú tendría un gran futuro, generando ingentes inversiones que crearán cantidad de trabajos, incluso muchos de ellos técnicos, para miles de ingenieros, transportistas y trabajadores. Pero para llegar a eso necesitamos respirar profundo, mirarnos en el espejo y entender bien porque no lo estamos haciendo. ¡Despierta Perú!
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