Tras el cataclismo económico del 2020, la recuperación de la economía mundial ha sido buena, pero la situación sanitaria provocada por la aparición de la muy contagiosa variante ómicron del COVID-19, la escasez de productos esenciales y la inflación ensombrecen las perspectivas para el 2022.
Una recuperación a varias velocidades
De China a Estados Unidos, de Europa a África, la pandemia paralizó las economías del mundo casi simultáneamente en la primavera del 2020.
Dos años y 5.3 millones de muertes después, la recuperación es más dispersa.
Los países ricos se han beneficiado de un acceso privilegiado a las vacunas: Estados Unidos ya ha dejado atrás las huellas de su peor recesión desde la Gran Depresión de los años 1930 y la zona euro podría haber hecho lo mismo a finales de año.
Pero la variante ómicron y las restricciones sanitarias que ha provocado tendrán un impacto en sectores, como el transporte aéreo, el gastronómico y el turismo.
“La lucha contra el virus está aún lejos de ser ganada”, subrayan los analistas del banco británico HSBC, que consideran que la economía se encuentra aún “lejos de la normalidad”.
Por su parte, los países pobres no tienen suficientes vacunas. En África subsahariana, condenada según el FMI a una reactivación más lenta, menos del 4% de la población está vacunada en países como Camerún, Etiopía o Uganda, afirma la universidad Johns Hopkins.
Incluso en China, la locomotora del crecimiento mundial, la recuperación se está ralentizando a medida que se acumulan los riesgos, advirtió recientemente el FMI.
En China, el consumo lucha por volver a los niveles anteriores a la pandemia, hay temores por las dificultades del gigante inmobiliario Evergrande y los cortes de electricidad penalizan la actividad empresarial.
Inflación y escasez
“La mayor sorpresa del 2021 fue el aumento de la inflación”, escriben los analistas de Goldman Sachs en sus previsiones para el 2022.
Se vio impulsada por la desorganización de las cadenas de suministro y la escasez de productos esenciales para el comercio internacional, como los semiconductores, consecuencia a la explosión de la demanda durante y después de la crisis.
Pero también por el desánimo de muchos actores del comercio mundial, como descargadores de puertos, conductores de camiones o cajeras de supermercados que no volvieron al trabajo tras los confinamientos y provocaron escasez de mano de obra.
La inflación también se explica por el aumento del precio de las materias primas (madera, cobre, acero) y de la energía (gasolina, gas, electricidad).
Considerada durante mucho tiempo como “temporal” por los principales bancos centrales, el alza de los precios fue finalmente reconocida menos pasajera por el Tesoro estadounidense, que va a acelerar sus alzas de tasas de interés el año próximo, aún a riesgo de frenar el crecimiento.
“La cuestión es si realmente hemos salido de la crisis”, declaró Roel Beetsma, profesor de economía de la Universidad de Ámsterdam.
Por el momento, el FMI sigue esperando un crecimiento mundial de 4.9% para el próximo año.
La cuestión climática
El equilibrio entre el crecimiento económico y la cuestión climática es cada vez más difícil de alcanzar, como mostraron las conclusiones de la COP26.
El acuerdo alcanzado en la conferencia pide a los Estados que aumenten sus compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero a partir del 2022, pero no pone al mundo rumbo al objetivo de limitar el calentamiento a “muy por debajo” de 2° centígrados, como se estableció en el acuerdo de París del 2015.
“Pensar a corto plazo es un fenómeno común, especialmente entre los políticos”, lamenta Roel Beetsma, que aboga por un impuesto sobre el carbono que sea uniforme en todas las industrias y suficientemente disuasorio, lo que está lejos de ser el caso hoy en día.
El cambio climático y las catástrofes naturales relacionadas también podrían afectar a los precios de los alimentos.
Los precios mundiales ya están cerca de sus récords del 2011, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El trigo ha subido casi un 40% en un año, los productos lácteos un 15% y los aceites vegetales están batiendo récords.