La irrupción de la pandemia de COVID-19 hace un año provocó una crisis económica sin precedentes, y devolvió a Estados Unidos un destacado papel, pero también amplificó varias tendencias de la globalización, entre el auge de China y la afirmación del poder de las grandes tecnológicas.
Una crisis sin precedentes
Si hubiese que destacar una cifra, sería la de los 20.5 millones de empleos desaparecidos en abril en Estados Unidos.
Si en 1929 se vivió una caída del mercado de valores y en el 2008, una crisis financiera, en el 2020, el impacto es exógeno pero paraliza, de la noche a la mañana, al conjunto de sectores económicos “físicos”.
Las medidas del confinamiento, que en abril afectaron a la mitad de la humanidad, suponen una conmoción inigualable para una economía mundial que funciona con una producción ajustada, sin reservas, con cadenas de producción divididas.
Los aviones, que transportan habitualmente a 4,300 millones de personas al año, se quedan en tierra. El turismo masivo, que representa un 10.5% del PBI mundial, se detiene. Los buques portacontenedores permanecen atracados, y con ellos miles de miembros de tripulación. Transportes y fábricas funcionan a medio gas, los pequeños comercios y restaurantes cierran y los teatros bajan el telón.
Por el contrario, las nuevas tecnologías, las telecomunicaciones, la distribución en internet o las farmacias sacan provecho de esta crisis, a veces calificada de “darwiniana”, que acelera la transición hacia el mundo digital.
A diferencia del 2008, los países emergentes sufren la crisis de lleno desde el principio. Sus exportaciones caen, así como los precios de las materias primas. En el 2020, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé una recesión mundial de 4.4%.
La esperanza de una recuperación rápida ha sido fugaz con los reconfinamientos del otoño boreal, augurando un año 2021 aún muy perturbado. Aunque los avances en el frente de las vacunas en noviembre dejan entrever una salida de la crisis.
Ayudas billonarias
Otra diferencia con las crisis precedentes: la respuesta de los gobiernos fue inmediata y masiva. Nada habría sido posible sin la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra o el de Japón, que abrieron las compuertas para adquirir masivamente títulos de deuda, principalmente de los Estados.
Los Estados dejan correr los déficits, para evitar quiebras en serie y desempleo masivo: si bien la deuda de la zona euro deberá superar el 100% del PBI en el 2020, el desempleo se estabilizó en 8.3% en setiembre.
Los gobiernos del G20 gastaron unos US$ 11 billones para apoyar a las empresas o los hogares. Lo que no ha impedido olas de despidos.
Estados Unidos representa una cuarta parte de este gasto. La Unión Europea sacó un plan de recuperación de 750,000 millones de euros (US$ 895,000 millones), financiado por un préstamo común, que aún debe ser implementado.
China, una cuestión central
Origen de la pandemia, China se ve inicialmente debilitada por este virus que la hunde en una recesión histórica (-6.8% en el primer trimestre). Acusado de haber tardado en informar a la Organización Mundial de la Salud (OMS), el gobierno de Pekín es señalado. Sin embargo, el planeta se abalanza sobre las mascarillas “made in China”.
En el 2020, China será en cambio la única gran economía que muestre un crecimiento, estimado en 1.9% por el FMI. Incluso ha aumentado su cuota de mercado en el comercio mundial, gracias a las exportaciones de productos médicos y a los equipos de teletrabajo, según la aseguradora de crédito Euler Hermes.
Y, mientras que Estados Unidos está hundido en la pandemia y en una difícil transición presidencial, el gigante asiático continúa moviendo sus fichas. A mediados de noviembre, firmó un acuerdo comercial que reúne a 15 países de Asia y del Pacífico, el más vasto del mundo.
China también tiene en gran parte la clave del creciente problema de la deuda de los países pobres, de los cuales posee más de 60%.
Los GAFA, aún más fuertes
Google, Amazon, Facebook y Apple (GAFA) se beneficiaron de los confinamientos, que multiplicaron los usuarios de las redes sociales, así como las compras por internet. El volumen de negocio de Amazon aumentó 37% en el tercer trimestre, a US$ 96,000 millones.
“Los grupos fuertes se hacen aún más fuertes”, resume el analista Daniel Ives de Wedbush Securities. Y sus acciones se disparan en bolsa: 31% para Google, 34% para Facebook, 36% para Microsoft, 58% para Apple y 72% para Amazon desde el 1 de enero.
Pero esta hegemonía no está exenta de protesta. Abuso de posición dominante, difusión de contenidos de odio, desinformación, uso de datos personales, optimización fiscal, distribución injusta de ingresos en detrimento de los medios, condiciones de trabajo: las demandas y los procesos se acumulan de ambos lados del Atlántico contra estos gigantes de internet.