Desconfiados de los políticos y con compromiso social, los estudiantes secundarios en Chile han protagonizado en los últimos 15 años un movimiento capaz de desatar crisis que han puesto en jaque a gobiernos de izquierda a derecha.
Enarbolando la calidad y el costo de la educación han hecho de este tema un pilar de las protestas.
Hace dos semanas, sus "evasiones" en estaciones del metro de Santiago en reclamo por un alza en su tarifa detonó un estallido sin precedentes en una de las democracias más estables de América Latina.
Rondan entre los 14 y 17 años, no tienen edad para votar. Los escolares chilenos irrumpieron en el 2006 con las primeras protestas para transformar el sistema educativo chileno heredado de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), consolidando un movimiento que ha logrado un poder poco visto en otras partes del mundo donde las luchas estudiantiles casi siempre las conducen universitarios.
"En el 2006, siendo estudiantes secundarios, lideraron lo que fue la primera gran movilización social desde el regreso a la democracia (1990). Tienen un rol histórico que hasta el día de hoy perdura", explicó Gonzalo Muñoz, analista y académico de la facultad de Educación de la Universidad Diego Portales.
Tras 15 años de lucha, los escolares utilizaron las redes sociales para organizar una protesta masiva en el metro bajo el hashtag #EvasionMasivaTodoElDia, indignados por la decisión del gobierno de subir el precio de la tarifa 3.75% en hora punta.
Derribaron las rejas de entrada de varias estaciones, destruyeron los torniquetes y sobrepasaron controles de acceso colapsando la red de transporte y contagiaron a la población, que salió a las calles a protestar detonando una crisis que ha desnudado las inequidades en la sociedad chilena.
"Esto fue muy sorpresivo. Las evasiones tenían por objetivo el alza del pasaje, pero al final se transformó en la gota que rebalsó el vaso y provocó este estallido", dijo Rodrigo Pérez, presidente del centro de Alumnos del Instituto Nacional, uno de los liceos públicos más emblemáticos del país.
Un movimiento legítimo
El alza de la tarifa no afectaba el pasaje de los estudiantes pero sí dañaba el bolsillo de las familias chilenas ya castigadas por el alto costo de vida en un país donde una buena parte de la fuerza laboral gana un salario medio de US$ 550, y el mínimo es de US$ 401.
"Han tenido la capacidad de visibilizar las desigualdades y los abusos en Chile, con lo que han ganado legitimidad que ya quisieran en otros países y eso es muy potente", afirmó el profesor Muñoz.
Este especialista en educación sostiene que los estudiantes han logrado una empatía con el resto de la población, que los considera como "un movimiento de conciencia social conformado por niños que no confían en los políticos".
Pese a que el presidente Sebastián Piñera canceló el incremento en el metro y anunció otras medidas como incrementar el salario mínimo a casi 486 dólares, no ha logrado apaciguar la convulsión que ha dejado 20 muertos.
Educación de Pinochet
Los estudiantes quieren acabar con el sistema educativo de Pinochet, que prácticamente borró el papel del Estado en la Educación, dejando muy pocas escuelas públicas y con una calidad que se ha perdido en los casi 30 años de democracia. La educación universitaria es una de las más caras del mundo e incluso las estatales son pagas.
Gran parte de la clase media paga colegios y universidades privadas, generando mayor segregación de clases y los universitarios suelen endeudarse para financiar sus estudios.
Fue por estas razones que los secundarios salieron a protestar en el 2006 cuando protagonizaron "La Revolución Pingüina", llamada así por sus uniformes de traje y corbata azul oscura sobre una camisa blanca.
Con masivas manifestaciones y ocupaciones ilegales de decenas de colegios, los secundarios instalaron la educación como tema permanente de la agenda nacional y dieron el primer paso para las transformaciones en el sistema educativo que deseaban.
Cinco años después, se unieron a los universitarios para exigir una educación gratuita y de calidad, poniendo en jaque a Sebastián Piñera durante su primera presidencia (2010-2014).
Hasta 2015 una ley impulsada por el segundo gobierno de Bachelet benefició al 60% de los estudiantes con menos recursos y también realizó reformas para eliminar un mecanismo de selección para el ingreso de estudiantes a colegios públicos.
Pero Piñera llevó la agenda por otro cauce con medidas como expulsar a estudiantes involucrados en hechos de violencia en colegios.
“Somos un movimiento romántico, porque son muchos los sentimientos que se atraviesan cuando uno está luchando contra las desigualdades, eso lo mantiene vivo”, aseveró Pérez, el estudiante activista.