Las paradisíacas playas de Bali viovieron a ser accesibles para los turistas desde el viernes pasado, uno de los últimos destinos del sudeste asiático en reabrirse al turismo internacional pese a las limitaciones que aún causa la pandemia y un obstáculo fundamental: el cierre de China, su principal fuente de viajeros.
El sudeste asiático –tras el Caribe, la zona del mundo que más depende del turismo- busca maneras de volver a atraer viajeros a sus exóticas playas y dinámicas ciudades, después de que las visitas cayeran un 94.33% en el 2021, en contraste con los niveles pre pandémicos, según la Oficina de Turismo de la ASEAN (formada por Tailandia, Camboya, Vietnam, Laos, Filipinas, Brunéi, Malasia, Singapur, Birmania e Indonesia).
En el 2019, último año en el que se pudo viajar libremente, el turismo contribuyó en casi un 12% a la economía regional; Tailandia recibió entonces 40 millones de turistas; Malasia, 26 millones; e Indonesia y Filipinas 16.1 y 8.3 millones, respectivamente, según cifras oficiales de cada país.
El casi total cierre al turismo de los pasados dos años ha supuesto una tragedia para las arcas de una región con famosos destinos como el mismo Bali, Phuket (Tailandia) o las urbanitas Singapur y Kuala Lumpur, destruyendo siete de los 43 millones de puestos de trabajo relacionados con el turismo que existían en el 2019, según la Organización Internacional del Trabajo.
Planes frustados
Aunque muchos países y enclaves confiaban en que este sería el año de la recuperación y han iniciado aperturas más o menos ambiciosas, muy en función de los niveles de vacunación de cada lugar, la variante ómicron y otros factores boicotean los planes.
Ante los últimos golpes asestados por ómicron en Indonesia, con picos de alrededor de 18,000 infecciones diarias esta semana -muy por encima de las 300 registradas a comienzos de enero-, la apertura de Bali, punto de visita preeminente del país, está aún sujeta a muchas restricciones.
La isla, donde el turismo supone hasta el 54% de su economía, impone como requisito que los turistas estén vacunados y dispuestos a pasar cinco días de cuarentena en uno de los cinco hoteles o seis embarcaciones previstos para ello.
La apertura de Indonesia (con al menos un 53.6% de la población con la pauta completa de vacunación, según Our World in Data) es más controlada que la de países como Tailandia, que arrancó el 1 de febrero un programa sin cuarentenas para vacunados que obliga a realizar varios test a cambio.
Y es que en Tailandia es una cuestión vital; alrededor de una quinta parte de su economía depende de actividades relacionadas con el turismo, cuya parálisis contribuyó a la contracción del 6.1% del PBI nacional en el 2020, concluyendo el 2021 con un crecimiento de apenas 1.2%.
En los pasados dos años, al menos una cuarta parte de las empresas turísticas tailandesas han cerrado además de forma permanente, según el Consejo de Turismo del país.
Sin cuarentena y con cerca del 70% de su población vacunada, Tailandia tiene mejor pronóstico que Indonesia o Filipinas, que abre sus puertas al turismo internacional el día 10 con algo más de la mitad de su población protegida y en medio de renovados esfuerzos por controlar los contagios por la variante ómicron.
Sin turistas chinos
Pero ningún país lo tiene fácil sin que China, principal fuente de turistas del sudeste asiático y con el que las visitas bilaterales crecían un 10% anual antes de la pandemia, según el centro China-Asean (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), permita la libre entrada y salida de sus ciudadanos.
“Hasta que China no abra, va a ser muy difícil. La región puede hacer poco para compensar la pérdida de turistas chinos, pues el turismo en lugares como Europa va a comenzar dentro del continente, que comparte pasaporte COVID y niveles de vacunación”, considera Alicia García Herrero, economista jefe de Asia Pacífico para Natixis.
“El 2022 está medio perdido”, añade García-Herrero, quien opina que países con alto índice de vacunación como Singapur o Malasia (87% y 78%, respectivamente), también abiertos, “tienen más posibilidades porque es un turismo más de negocio y servicios”.
Otros lugares, como Camboya, cuyos estrechos lazos económicos con China le garantizaron el suministro de vacunas –convirtiéndose con un 82% de inoculados en uno de los países con mayor índice de vacunación del mundo-, siguen sin apenas recibir viajeros internacionales tras reabrir en noviembre.
De momento, Bali, uno de los destinos turísticos de la región por antonomasia, recibió el jueves el primer vuelo internacional en casi dos años con solo doce pasajeros a bordo, seis de ellos extranjeros y el resto indonesios.
Un tímido arranque que, sin más llegadas programadas, se teme sea un avance de la lenta recuperación que aguarda en general a la región de Asean, que busca regenerarse fomentando el turismo intrarregional y ha lanzado un nuevo logo en forma de sol con diez rayos –por sus diez miembros- para persuadir a futuros viajeros de su “calidez y resiliencia”.