La 'kommunalka' de San Petersburgo de la que sus inquilinos sueñan con irse. (Foto AFP).
La 'kommunalka' de San Petersburgo de la que sus inquilinos sueñan con irse. (Foto AFP).

Con sus treinta y cuatro habitaciones repartidas a lo largo de un inmenso pasillo, la 'kommunalka' de la calle Detskaya, en San Petersburgo, es una de las últimas viviendas comunitarias que quedan de la época soviética, pero sus últimos inquilinos sueñan con irse para huir del deterioro del edificio.

Es la 'kommunalka' más grande de la ciudad, en el centro de la antigua capital imperial rusa, y ocupa casi todo una planta de un pequeño edificio construido en 1958.

Visto desde el exterior, el edificio parece en buen estado. Los pisos superiores lo ocupan departamentos de lo más clásico y la planta baja fue transformada en los años 1980 en apartamento comunitario.

Hace cuatro años todavía vivían un centenar de personas. Dimitri, un conductor de 47 años que llegó durante los años 2000, recuerda la cola que había que hacer a veces para ir al aseo o darse una ducha.

Pero todo cambió hace siete años, cuando la ciudad "clasificó la vivienda como 'hábitat insalubre'", explica.

La alcaldía propuso reubicar a los inquilinos y la mayoría se fueron, menos los que se habían convertido en propietarios de su habitación -otrora propiedad del Estado- gracias a un procedimiento posible tras la Perestroika. Estos "se quedaron sin nada", lamenta Dimitri. "No podemos vender nuestras habitaciones, es evidente que nadie quiere comprarlas".

Una docena de ellos están atrapados en esta 'kommunalka' decadente. "Todo el mundo sueña con irse de este sitio", insiste Dimitri.

"Hoy, las kommunalkas son una vivienda para los marginados, los migrantes temporeros y para los petersburgueses como nosotros, que no tenemos ni recursos ni la posibilidad de irnos", dice con amargura.

Las viviendas comunitarias aparecieron en Rusia tras la revolución bolchevique de 1917, cuando los obreros y los campesinos que llegaron a la ciudad se instalaron en los apartamentos burgueses de los que sus propietarios huyeron al verse relegados a una única habitación.

En los años 1980, casi 40% de los apartamentos del centro de la entonces Leningrado eran comunitarios. Pero con el fin del comunismo, muchos de ellos los compraron rusos acomodados. En 2008, San Petersburgo lanzó un programa de reubicación para los habitantes de estas viviendas comunitarias.

En Moscú, con 12 millones de habitantes, las 'kommunalkas' ya casi no existen, pero en San Petersburgo siguen formando parte de la vida diaria de casi 83,000 personas de sus 5 millones de residentes.

En 1988 se lanzó un ambicioso programa para reducir el número de habitantes en las 'kommunalkas', pero la de la calle Detskaya resiste en un inmueble decrépito.

Las paredes están llenas de grafitis, el revestimiento del inmueble luce agrietado, las salas comunes tienen escasa iluminación, lo que crea una atmósfera sombría, y los inquilinos solo pueden cocinar con viejas placas eléctricas.

Obras 'cosméticas'

Lo peor, según Rosa, otra inquilina, es que "la puerta de entrada siempre está abierta y puede entrar cualquiera". Por eso los habitantes prefieren no salir mucho de su habitación y las relaciones sociales se reducen a lo estrictamente necesario.

Hace un año, la alcaldía lanzó obras "cosméticas" pero, según Dimitri, no era más que "una artimaña" para hacer que el inmueble perdiera su estatuto de hábitat insalubre, lo que aún no se logró. Y tampoco permitió "hallar una solución y mejorar la vida de los habitantes".

Rosa, de 50 años, lleva dos viviendo aquí. Llegó desde Piatigorsk, en el Cáucaso ruso, para ayudar a su hija. "Alquilamos dos habitaciones porque es barato", explica.

En una 'kommunalka' tan vetusta, una habitación apenas cuesta 6,000 rublos al mes (US$ 90), mientras que una gran habitación en una vivienda comunitaria de un buen inmueble puede valer entre 15,000 y 20,000 rublos (US$ 225-US$ 300).

"Espero que nos podamos mudar pronto, mi yerno debería comprar un apartamento", explica Rosa. "Ningún ser humano debería vivir en estas condiciones", asegura acunando a su nieta.