Los mandatarios del G7 de las mayores economías occidentales acusaron a China de prácticas comerciales “no transparentes”, que “distorsionan la economía global”, en una declaración conjunta difundida al final de su cumbre en Alemania.
Los dirigentes de Estados Unidos, Alemania, Japón, Canadá, Reino Unido, Italia y Francia, alcanzaron una posición común sobre la amenaza representada por China tras tres días de reuniones.
Estados Unidos considera desde hace tiempo que las prácticas chinas benefician a las empresas de Pekín en detrimento de las extranjeras.
Pero Alemania, la primera economía de la Unión Europea (UE) y cuyo socio comercial principal es China, siempre ha descartado endurecer el tono contra el gigante asiático por temor a represalias económicas.
Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania y el rechazo chino de tomar distancias con el presidente ruso Vladimir Putin permitieron acercar las posiciones de las siete mayores economías occidentales.
En un comunicado conjunto, los países afirman que van a buscar “reducir la dependencia estratégica” con China ya que sus políticas “no son de mercado” y sus prácticas “distorsionan la economía global”.
“Vamos a construir un conocimiento compartido sobre las prácticas no transparentes de China y las intervenciones que distorsionan el mercado”, dijeron.
Los líderes del G7 también expresaron su preocupación por las violaciones a los derechos humanos en China e instaron a Pekín a que respete las libertades fundamentales.
Los dirigentes apuntaron sobre todo a la situación en el Tíbet y en Xinjiang, donde hay “trabajos forzados”.
Pero la declaración también reclama a China que frene la guerra en Ucrania.
Oleada de préstamos
“Esperamos que Pekín no eluda las sanciones que hemos puesto en marcha contra Rusia”, dijo el canciller alemán Olaf Scholz.
El jefe de gobierno alemán reconoció sin embargo las “ambigüedades” de Occidente respecto al gigante asiático, cuya cooperación es también esencial ante la emergencia climática y las amenazas a la seguridad alimentaria.
Antes de la cumbre del G7, Scholz expresó su preocupación por la oleada de préstamos de Pekín a los países pobres, especialmente en África, considerándolos un “grave peligro” para la estabilidad financiera internacional.
En su declaración final, los líderes de las siete potencias piden a China y otros Estados “que tienen créditos significativos sobre los países de bajos ingresos”, que contribuyan “constructivamente a los tratamientos necesarios de la deuda”.
El llamado se suma a un programa de inversiones lanzado a iniciativa de Estados Unidos para los países en desarrollo que pretende responder a los enormes proyectos de construcción financiados por China.
En los últimos años, China realizó grandes inversiones en las infraestructuras de los países en desarrollo en el marco de su programa “Nuevas Rutas de la Seda” y para asegurarse el acceso a determinadas materias primas.
Pero China ha sido acusada de llevar a cabo sus proyectos a través de préstamos poco rentables u opacos, lo que agravaría los problemas de deuda de países ya vulnerables.
El G7, a cambio, promete “transparencia” en su programa “Asociación para la Infraestructura Global”, con la promesa de movilizar 600,000 millones de dólares para el 2027.