El 26 de junio de 2019, la justicia de Kenia paralizó la construcción de una central de carbón que requería un nuevo yacimiento. (Foto: AFP)
El 26 de junio de 2019, la justicia de Kenia paralizó la construcción de una central de carbón que requería un nuevo yacimiento. (Foto: AFP)

En muchos países se enfrentan al dilema de explotarpor su beneficio económico o, decisión poco frecuente, cerrarlas para no contribuir al .

El 26 de junio de 2019, la justicia de Kenia paralizó la construcción de una central de carbón que requería un nuevo yacimiento.

Se trata de una de las escasas victorias de los activistas medioambientales en ese país dedel Este.

Omar Elmawi, activista muy comprometido en la lucha contra ese proyecto, se encontraba ese día en el Tribunal nacional de Medio Ambiente. Contactado por teléfono, aún recuerda las “lágrimas de alegría” de los habitantes de Lamu, un lugar paradisíaco inscrito en el patrimonio mundial de la Unesco, cerca del cual debía construirse la central.

“Es uno de los momentos más importantes de mi vida”, afirma Elmawi, que vio la luz tras cinco años de movilización y de acción judicial.

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La central, con un coste de 2,000 millones de euros que iban a ser financiados por China, no se construyó, ni tampoco se excavó la mina de la que se iba a extraer el carbón.

Aunque los promotores de proyecto, apoyados por el gobierno keniano, recurrieron la sentencia, Elmawi cree que tienen ínfimas posibilidades de ganar.

El presidente chino, Xi Jinping, prometió en septiembre de 2021 ante la que su país no construirá más minas de carbón en el extranjero, recuerda este activista.

“Pusimos el listón muy alto”, afirma, en un país donde “el 90% de la energía es verde” (hidroeléctrica, solar, eólica).

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“4% de emisiones mundiales”

El carbón, muy contaminante, contribuye en fuerte medida al calentamiento global, del que África es precisamente una de las principales víctimas.

Pero, en un contexto nacional de fuerte déficit de electricidad, “es nuestra salida”, explicaba Ousseini Hadizatou Yacouba, ministra de Minas de Níger antes del reciente golpe de Estado en ese país, durante una conferencia sobre las minas en África celebrada en París en julio.

Los suelos nigerinos son ricos en uranio, litio y tierras raras, y pese a su fuerte potencial en energía solar, “no estamos en la lógica de decir: ‘No vamos a explotamos el carbón porque es contaminante’”, señaló.

“¿O es que una fábrica de carbón en Níger genera más que los numerosos vehículos y otras industrias aquí [en Europa]?”, preguntaba de forma retórica.

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El razonamiento es el mismo en Costa de Marfil, donde actualmente hay abiertas 22 minas, la mayoría de oro, se han entregado 180 permisos de explotación y en sus aguas territoriales han sido descubiertos importantes yacimientos de gas y petróleo.

“Incluso si lográramos frenar las emisiones africanas ahora mismo, no cambiaría nada en el ritmo del calentamiento global”, considerando que África “contribuye solo en un 4% a las emisiones de gas de efecto invernadero” mundiales, razonaba su ministro de Minas, Energía y Petróleo, Mamadou Sangafowa Coulibaly.

El ministro presumió del balance “neto de cero carbono” proveniente de hidrocarburos en su país, donde “cada gramo de CO2 emitido corresponde a un proyecto que permite absorberlo”, especialmente por medio de la reforestación.

Se trata del mismo argumento usado por el gigante francés TotalEnergies, que inició la explotación de en el mayor parque nacional de Uganda y construyó un oleoducto de 1,443 km para transportarlo hasta costas tanzanas.

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“Dividendo demográfico”

Pese a las críticas de los defensores medioambientales, los gobiernos ugandés y tanzano presentan ese proyecto como una importante fuente de ingresos económicos para sus países.

“No podemos detener el desarrollo de países soberanos”, arguye Pierre-Samuel Guedj, cofundador de Affectio Mutandi, consultora que coorganizó la conferencia sobre minas en París.

Guedj insiste en el “dividendo demográfico”: en 2050, habrá 2,500 millones de africanos, el doble que en la actualidad, a quienes habrá que “alimentar” y por tanto “proveer empleos”, subraya.

Benín, cuyos suelos están repletos de litio, cobalto, tantalio, cromo y níquel según su ministro de minas, Samou Seïdou Adambi, tiene en esos minerales “uno de los motores de su desarrollo económico”.

Como consuelo, Jean-Claude Guillaneau, de la Oficina francesa de Investigación Geológica y Minera sostiene, recuerda que, al menos, “los paneles solares y las turbinas eólicas para abastecer las minas ahora están en todas partes” en .

“Si la minería consume el 10% de la energía mundial y ese 10% proviene de paneles fotovoltaicos, aerogeneradores o hidrógeno verde, ya es algo”, afirma.

Fuente: AFP

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