Por Liam Denning
El principal beneficio de los nuevos datos mensuales de la Agencia Internacional de Energía sobre las emisiones de carbono globales, publicados el martes, es ver cuán horrible es nuestra situación sobre una base mucho más actualizada.
En su última Revisión Global de Energía, la AIE descubrió que el COVID-19 provocó la mayor caída anual de emisiones de carbono de la historia, con una reducción de casi 2,000 millones de toneladas, o alrededor de 6%. Dentro de esa cifra, sin embargo, había una gran disparidad entre los países y, en el caso de China, en realidad sus emisiones aumentaron ligeramente durante el año.
Además, siguiendo los contornos de la pandemia, las emisiones se desplomaron la primavera pasada, pero se recuperaron a partir de allí en muchos países. Aquí es donde entran los datos mensuales. En abril, las emisiones globales disminuyeron casi 15% respecto del mismo período del año anterior, pero en diciembre registraron un aumento interanual de 2%.
No está de más decir que confiar en la pandemia, los confinamientos de la sociedad y la destrucción económica no es el método preferido para lidiar con nuestro problema de emisiones.
Sin embargo, hay un par de lecciones que se pueden extraer de las cifras de 2020. Primero, el mayor factor de cambio fue la movilidad, que representa “más de 50%” de la disminución total de las emisiones, según la AIE.
Por el contrario, a medida que se eliminan las restricciones, la demanda de gasolina y diésel se ha disparado, particularmente en mercados emergentes como India y Brasil, donde las emisiones del transporte por carretera registraron una disminución interanual por la caída.
La recuperación en Estados Unidos ha sido más moderada y los kilómetros recorridos por los vehículos eran 11% más bajos en diciembre en términos interanuales, habiendo caído más de 40% en abril.
No obstante, el mensaje es bastante claro. A medida que se expande la vacunación y se levantan las restricciones, la disminución de las emisiones de carbono relacionada a factores conductuales se está revirtiendo desde que nos volvíamos lentamente locos dentro de nuestras cuatro paredes.
En segundo lugar, y en contraste, las menores emisiones del sector eléctrico mundial no fueron solo resultado del COVID-19. Sí, el año pasado se produjo el mayor descenso en ese sector, con una caída de 3.3%, lo que contribuyó con aproximadamente una quinta parte de la disminución general.
Pero la menor demanda de electricidad no fue el mayor factor detrás de eso. La gran mayoría se explica por la creciente penetración de las energías renovables, cuya participación en la generación mundial registró su mayor incremento anual.
En la última década, las energías renovables han aumentado de un 20% de la mezcla energética a un 29%, superando al gas natural. El carbón, mientras tanto, ha caído de 40% a aproximadamente 35%.
El impacto contrastante del 2020 en los sectores del transporte y la energía, uno principalmente conductual y el otro estructural, conduce a un aspecto fundamental de la transición energética.
El día antes de que se conocieran las cifras de la AIE, Bernard Looney, director ejecutivo de BP Plc, habló en un panel virtual en CERAWeek, la reunión anual de IHS Markit de la industria petrolera, que en los últimos años ha ido adquiriendo un tinte cada vez más verde. Cuando se le preguntó sobre el papel de los clientes en la reinvención del negocio de la energía, dijo que “no es suficiente con dejarlo en la puerta del cliente o consumidor” y agregó que “tenemos que cambiar el producto”.
La reducción de las emisiones del sector eléctrico basada en la tecnología, que durará más que la pandemia, es un ejemplo de cambio de producto. El declive relacionado con las restricciones al transporte, por otro lado, es lo que sucede cuando lo pones en la puerta del consumidor.
El repunte observado hacia fines del 2020 muestra la insuficiencia de ese enfoque. Un problema sistémico como el cambio climático exige soluciones sistémicas. El viernes pasado, la nueva Administración de Biden estableció cifras más altas del costo social del carbono para ser utilizadas en la regulación federal.
Tales acciones restablecen la economía de la energía y los campos relacionados para tener en cuenta el desafío ambiental, lo que empuja a la industria a cambiar el producto y, en última instancia, los comportamientos que engendran.