En la lucha contra el COVID-19, EE.UU. se topó con un “experimento natural” cuyos resultados negativos a nivel nacional han superado a los positivos, entre ellos una mayor pérdida de vidas y más casos de esta enfermedad debilitante, sin mencionar un revés para la recuperación económica. Ahora se enfrenta a un segundo experimento natural, cuyo resultado también puede ser decepcionante, a menos que estemos dispuestos a aprender más del primero.
Al ceder la toma de decisiones, en gran medida, a los estados del país, EE.UU. terminó con un enfoque muy diferente al de la gran mayoría de otros países en el levantamiento de los severos cierres económicos por el coronavirus. Los resultados individuales varían, pero hay pruebas abrumadoras de que la mayoría de los estados que reiniciaron la actividad temprano ahora están sumidos en sendas crisis de salud y económica, sin una forma rápida de resolverlas al mismo tiempo.
Estados como Florida y Texas están informando un récord de infecciones y hospitalizaciones. Las muertes han aumentado. Un suministro inadecuado de pruebas y el retraso de los resultados están socavando la capacidad de las autoridades para evitar un empeoramiento de las condiciones de salud pública, incluso en estados que han comprendido la gravedad de la situación. La consecuencia es que la recuperación económica se ralentizará inevitablemente, no solo por la marcha atrás en las reaperturas, sino también por una posible pérdida de confianza de los hogares y las empresas, lo que probablemente reducirá el entusiasmo para reanudar la actividad una vez que los estados vuelvan a abrir.
En el otro extremo del espectro, los estados que han reabierto mucho más lentamente, entre ellos los del noreste, se encuentran en una situación mucho mejor desde el punto de vista sanitario. Esto se debe en parte a una respuesta del Gobierno que estuvo fuertemente influenciada por la trágica gravedad del ataque inicial de COVID. Lo que es más importante, su progreso no ha quedado socavado por individuos que incumplen las normas de las autoridades locales y de los estados, como el uso de máscaras y el mantenimiento del distanciamiento social. Como tal, el proceso de “reinicio saludable de la actividad” se lleva a cabo de una manera mucho más ordenada y coherente hasta ahora.
Los resultados de los estados del grupo medio parecen mixtos, en gran parte debido a los comportamientos inapropiados de individuos en lugar de las decisiones de las autoridades locales y de los estados. Veo esto todos los días en el sur de California. Un acusado repunte en los casos de COVID llevó a las autoridades a dar marcha atrás a algunas de las medidas de reapertura y a exigir que se lleven máscaras en público. Pero la gente ha tardado en responder, aparentemente aprendiendo poco de la experiencia anterior de Nueva York en particular.
En nuestra zona, la gran mayoría de las personas no usan máscaras ni se adhieren a las reglas de distanciamiento social en público. Esto se debe en gran parte a una información errónea junto con mensajes contradictorios, que han llevado a las personas, especialmente a los jóvenes, a no darse cuenta plenamente de cómo su comportamiento representa un riesgo para la sociedad en general. El aumento de la disponibilidad de pruebas no ha seguido el ritmo de la creciente demanda, lo que frustra el acceso, desacelera las respuestas y obstaculiza el seguimiento de contactos.
Los resultados de este primer experimento natural se suman a una imagen decepcionante a nivel nacional. Esta incluye niveles récord de contagios diarios (cerca de 80,000), una presión enorme a la capacidad hospitalaria y un creciente número de muertes. A su vez, estos resultados ponen en peligro los resultados del segundo experimento no deliberado que ya ha comenzado: la gestión de un país de varias velocidades en el que los estados sanos que reanudan la actividad esperan poder evitar el contagio del resto.
Con este fin, varios de estos estados ya han adoptado un enfoque de obstrucción a la movilidad entre los estados, a medida que navegan esta difícil fase de convivencia con el COVID, la cual estará con nosotros hasta que haya una inmunidad natural y por vacunas en las comunidades. Ello incluye el anuncio de Nueva York y estados vecinos que requieren una cuarentena de 14 días por parte de las personas que llegan de los estados más afectados. La semana pasada reforzaron las medidas de cumplimiento de la norma y la ampliación del número de estados en los que se aplica la norma.
Sin embargo, la capacidad para sostener estas reaperturas no depende solo de ellos. Dado que las consideraciones constitucionales y de otro tipo limitan lo que los estados sanos que reabren pueden hacer para protegerse del contagio, mucho dependerá de la rapidez con que los otros estados, incluidas las personas que viven allí, aprenden las lecciones del primer experimento natural. Esto también se aplica al Gobierno federal.
Lo que más se necesita ahora es un conjunto de medidas basadas en la ciencia y mensajes fuertes que influyan y, en algunos casos, busquen imponer un comportamiento más saludable antes de que la situación se deteriore tanto que sean inevitables semanas de cierres generalizados. Tales cierres, si ocurrieran, tendrían graves consecuencias económicas y sociales negativas, entre ellas una nueva recesión del país y más volatilidad financiera.
Al hacer frente a este segundo experimento natural, EE.UU. se beneficiaría de una incorporación rápida de las lecciones del primer experimento en cuanto a medidas de alivio, distanciamiento social, máscaras faciales, pruebas y seguimiento de contactos. Los incentivos para hacerlo son convincentes.
A pesar del progreso alentador tanto en el aspecto terapéutico como en vacunas, por ahora es la única forma factible de evitar:
Quiebras generalizadas y una segunda ola de desempleo cuando el Gobierno y la Reserva Federal ya han desplegado recursos significativos de ayuda.Otro golpe a la confianza en la efectividad de las instituciones y las respuestas políticas.Un agravamiento del trinomio de desigualdad de ingresos, salud y oportunidades.Restricción del acceso de los niños a una educación presencial y aumento del espectro terrible de una “generación perdida”, cuyo nivel de vida termina siendo significativamente peor que el de sus padres.Agravamiento del malestar social en un momento de mayor concienciación de las largas injusticias que continúan erosionando la cohesión social necesaria para garantizar la responsabilidad colectiva necesaria para superar el desafío generacional del COVID.
El objetivo de los experimentos naturales es obtener resultados, estar abiertos a sus conclusiones y modificar las políticas y los comportamientos en consecuencia. A menos que mejoremos en esto colectivamente, y rápidamente, los historiadores verán en estos dos experimentos ejemplos de fracasos colectivos gigantes, cuyas consecuencias podrían tener un impacto durante varias generaciones.