Por Bobby Ghosh
En el Medio Oriente, cuando los líderes reaccionan a una provocación reservando “el derecho a responder en el momento y el lugar que elijamos”, generalmente se trata de una mano débil.
Considere con qué frecuencia el régimen de Teherán ha usado esa expresión, más recientemente, contra Estados Unidos, después del asesinato del comandante militar Qassem Soleimani, y contra Israel, después del asesinato del experto en armas nucleares Mohsen Fakhrizadeh. Cuanto más grandes son las amenazas, más vacías tienden a ser.
Entonces, cuando el enemigo entona el grito de guerra, los iraníes tienden a suponer que también debe ser una mera fanfarronada. No creyeron las advertencias del Gobierno de Trump de represalias por el asesinato de militares estadounidenses en Irak, y parecen haber ignorado una advertencia similar de la Administración Biden.
El lunes, menos de una semana después de que la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, invocara el “derecho a responder en el tiempo y la forma que elijamos” a los múltiples ataques recientes de representantes iraníes en Irak, los secuaces de Teherán dispararon tres cohetes más en dirección a la Embajada de Estados Unidos en Bagdad.
Los iraníes ahora saben que Biden no estaba mintiendo. El jueves, en su primer uso abierto de la fuerza militar, el presidente autorizó ataques aéreos estadounidenses contra milicias respaldadas por Irán en el este de Siria que estaban involucradas en ataques en Irak. Al menos 22 militantes iraquíes murieron en los ataques y tres camiones de municiones fueron destruidos.
Los iraníes y sus representantes fueron tomados por sorpresa. Habían sido llevados a una sensación de impunidad por la reticencia previa de la Administración en atribuir la culpa de los ataques en Irak y la determinación de la Casa Blanca de no “arremeter y arriesgarse a una escalada”.
O tal vez supusieron que Biden cerraría los ojos ante la agresión iraní con la esperanza de reanudar la diplomacia nuclear, tal como lo hizo el presidente Barack Obama en el período previo al acuerdo nuclear del 2015, conocido como el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés).
No estaban solos: los diplomáticos europeos también supusieron que tras la aparente moderación de la Administración Biden ante las provocaciones iraníes, incluidos los ataques en Irak y las amenazas de Teherán de aumentar el enriquecimiento de uranio, había un deseo de mantener el rumbo diplomático.
Biden ahora ha demostrado que puede caminar y mascar chicle al mismo tiempo. Teherán y los otros signatarios del JCPOA no pueden cuestionar su sinceridad en la búsqueda de un retorno a las negociaciones: el presidente ya ha replegado a EE.UU. de la postura agresiva que Trump adoptó hacia la República Islámica. Pero ya no pueden creer que Biden será tan complaciente como Obama.
Los ataques aéreos en Siria fueron cuidadosamente considerados y ejecutados, aparentemente en consulta con los aliados; en otras palabras, para nada similar al ataque ordenado por Trump que mató a Soleimani a principios del año pasado. Se produjeron después de que Biden hablara con el primer ministro iraquí, Mustafa al-Kadhimi, y ambos acordaran que las milicias detrás de los ataques con cohetes deben rendir cuentas.
En total, se lanzaron siete bombas de 500 libras en edificios utilizados por las milicias cercanas a la frontera de Siria con Irak. A Biden se le ofrecieron objetivos más grandes, pero los objetó.
No hubo por parte de Biden la jactancia de Trump, ni amenazas de represalias desproporcionadas, ni razones para poner nerviosos a los aliados de EE.UU. ¿Pero fue suficiente para provocar nerviosismo en Teherán y su vasta red de representantes y socios en todo el Medio Oriente?
Si el pasado sirve de guía, la República Islámica querrá poner un poco más a prueba la resolución de Biden. Pero el régimen de Teherán sabe que una escalada pondría en peligro las posibilidades de un regreso de EE.UU. al JCPOA y dificultaría que los otros signatarios aboguen a favor de Irán.
La paciencia europea con su política nuclear ya se está agotando antes de la reunión de la Agencia Internacional de Energía Atómica de la próxima semana, donde la Administración Biden pedirá a otros países que apoyen una censura formal de Irán.
El curso más sabio para los iraníes y sus amigos ahora es recurrir al viejo estribillo y reservar “el derecho de responder en el momento y lugar que elijamos”.