Según el director de la Escuela de Educación Seymour Fox en la Universidad Hebrea de Jerusalén (Israel), Moshe Tatar (Ph.D.), la formación de un profesional está compuesta de tres vértices: el conocimiento profundo, la motivación y las habilidades. “En general, por la presión de la sociedad y de los alumnos, las universidades están creando carreras más cortas para sacar a más y más profesionales. Si queremos hacer programas más cortos para sacar a más profesionales, estos van a tener vacíos que no van a saber llenar”, opina el profesor Tatar.
El conocimiento no se refiere a aprenderse conceptos de memoria —dice el profesor—, sino a entender de dónde vienen esos conceptos y a poder contextualizarlos a nivel histórico, cultural y social. Las habilidades son, por ejemplo, la capacidad de análisis y de plantear una hipótesis, saber sintetizar y separar lo importante de los superfluo, y la creatividad. Y la motivación de la que habla es una más altruista, no estrictamente personal. “Cuando uno lee el periódico, solo ve quiénes son millonarios y cuánta plata está ganando alguien. Los jóvenes están perdiendo la motivación de por qué quieren estudiar una determinada profesión. Yo no me opongo a que un profesional gane bien, pero como sociedad no podemos quedarnos en eso. Hay que tomar en cuenta el impacto que un profesional tiene en la sociedad”.
Moshe Tatar, psicólogo de profesión, estuvo en Lima invitado por la UPC para asistir al Congreso Internacional de Educadores. Gestion.pe conversó con él sobre el rol de las universidades en la formación, especialmente ética, de un profesional.
Por su experiencia internacional, ¿qué cree que le falta a algunas universidades para brindar una formación integral?
En algunas universidades hay una división no balanceada entre los profesores que enseñan y los profesores que investigan lo que enseñan. El porcentaje de profesores universitarios que investigan sus materias y también las enseñan es relativamente bajo. ¿Cuál es la ventaja de tener profesores que investigan? Que se actualizan constantemente. Porque para publicar un artículo en un buen journal, uno tiene que estar actualizado, estar al día con la bibliografía, investigar.
Entonces, los alumnos de un profesor que investiga se enteran de lo último, a diferencia de los otros profesores, que muchos son muy buenos, pero que siguen enseñando hace diez, quince o veinte años lo mismo sin renovar su conocimiento. Si un porcentaje mayor de profesores que enseñan en universidades tuvieran la posibilidad de investigar (a cuenta de las horas que enseñan), subiría la calidad de los contenidos que se enseñan.
¿Tendría que haber alguna diferencia en la formación de un futuro líder empresarial?
Es muy parecida a la de otro profesional. Gerentes y directores de empresas tienen que tener estos tres vértices, pero sobre todo tienen que aprender a contextualizar el conocimiento. Un aspecto importante es que muchas veces consideran solo el corto plazo, miran el año según las ganancias. Eso les hace perder de vista el mediano y largo plazo, y por eso hemos visto a tantas compañías que así como han subido de forma impresionante, también han desaparecido. El mediano plazo es el que tiene que dar las pautas para empujar a una compañía y adaptarse a todos los cambios globales. Si no se habla del mediano o largo plazo, estamos perdiendo la brújula.
¿Cómo debería ser la formación ética de un alumno universitario?
En una profesión, la ética son las reglas y las normas con las cuales podemos trabajar en una determinada actividad. Por eso, la ética no se puede estudiar como un curso aparte, sino más bien en todas las clases. Ser ético significa que mi lealtad es con la profesión, con mis clientes, mis trabajadores… Esto es un gran desafío porque siempre hay tentaciones de dinero.
¿Un chico que llega a los 17 o 18 años a la universidad aún puede ser formado en cómo comportarse correctamente?
La mayoría de los jóvenes en Israel, sobre todo los judíos, llegan a la universidad después del servicio militar. Empiezan a estudiar a los 21 o 22 años. Me parece que a esa edad están más preparados para la vida académica. Pero los alumnos traen consigo los mismos valores morales y de trabajo que han aprendido de sus padres, familiares y maestros de colegio. Cuando tenemos alumnos que vienen de entornos donde sus modelos no han sido éticos, es muy complicado que la universidad los pueda corregir.
Pero yo soy optimista. Hay que decirle a los alumnos que la ética es la parte más importante de toda profesión y que no ser ético significa no ser profesional. Por eso, si vemos casos de corrupción o de conductas no éticas, hay que señalarlas y castigarlas. Así se aprende a que este tipo de comportamiento perjudica no solo a la persona, sino a la familia, a la compañía y a la comunidad.
Pero las universidades han tenido, al menos en el Perú, un rol muy pasivo frente a la corrupción. Todas se “marketean” según la tasa de contratación de sus egresados o de los salarios que reciben. ¿Por qué las universidades no priorizan la formación ética profesional?
Yo creo que es porque la ética no vende. Decir que a la mayoría de los egresados no los han pescado robando o que son éticos, pero ganan menos, no es atractivo. Los líderes de las universidades tienen que salir adelante y no solo dar el ejemplo, sino también motivar que el comportamiento no ético no es admisible en la universidad, en una empresa ni en ningún lado. No ser ético significa que no eres un profesional y que los estudios universitarios te entraron por una oreja y te salieron por la otra.
Las universidades tendrían que alzar la voz y decir que la conducta ética es el primer eslabón de la formación profesional. Algunos solo van a sonreír o ser escépticos, pero la ética es la base. ¿Sino todo lo demás para qué sirve?