Una decena de pozos con tuberías oxidadas, piezas desprendidas y escaleras desvencijadas que no conducen a ninguna parte: es todo lo que queda en uno de los campos petroleros que durante décadas hizo de Venezuela uno de los países más ricos del continente.
Este yacimiento, ubicado en el Lago de Maracaibo (estado Zulia, oeste), región de altas temperaturas y sol perenne donde nació la industria petrolera venezolana hace más de un siglo, lleva años abandonado, símbolo de la decadencia de esta otrora potencia.
De 3.2 millones de barriles por día (bd) que extraía hace 13 años, Venezuela cerró el 2020 en 500,000 bd, su peor desempeño en décadas.
Y aunque en diciembre del 2021 superó el millón de barriles diarios, aún no llega a los 1.5 millones que prometió el ilegítimo presidente Nicolás Maduro, en medio de una crisis sin precedentes que ha llevado el Producto Bruto Interno (PBI) per cápita al nivel del empobrecido Haití.
Corrupción, decisiones erráticas, falta de mantenimiento, sanciones financieras de Estados Unidos -que fue el principal comprador del petróleo venezolano-, incremento en los costos de producción y envejecimiento de pozos, explican el actual estado de la industria.
“Venezuela saudí”
Por las noches, muchos navegantes se guiaban por las luces de estaciones en el sur del Lago, que parecían una ciudad flotante, siempre frecuentada por personal de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA). Ahora, este lugar conocido como las ‘Siete planchadas’, es un paisaje fantasmal y solitario donde el olor a hidrocarburos impregna el aire húmedo.
Pese a lo peligroso que es subirse a esas plataformas, las han ido desvalijando poco a poco. “Ni loco me subiría, eso puede explotar por los gases”, señala un pescador de la zona que pidió no identificarse.
Los sindicatos y los líderes de la oposición denuncian con frecuencia los accidentes en la industria, pero el gobierno habla de “sabotaje” y de “acciones criminales” que forman parte de una “guerra permanente dirigida por grupos pertenecientes a la extrema derecha venezolana amparados por el imperialismo” de Estados Unidos.
El 11 de enero, la explosión de un ducto de combustible en una zona petrolera del estado Anzoátegui (este), dejó tres heridos.
La situación contrasta con la prosperidad de la industria en los años setenta, cuando el petróleo fue nacionalizado y el país entró en la etapa popularmente conocida como “la Venezuela saudí”.
PDVSA tuvo el monopolio del crudo hasta la llamada “apertura petrolera” en la década de 1990, que dio la bienvenida a petroleras extranjeras. Esa liberación del mercado se vio limitada con la llegada al poder de Hugo Chávez (1999-2013), quien impuso a las transnacionales asociarse, en minoría accionaria, con PDVSA.
Son esas “empresas mixtas” las que producen hoy en Venezuela, sobre todo en el este del país, un polo de producción que se recupera paulatinamente. Sin embargo allí, cuadrillas de trabajadores suelen recoger crudo derramado entre pastizales de haciendas y ríos. Los gases que emanan los hidrocarburos esparcidos provocan lagrimeo y molestias en la nariz.
Trabajadores de PDVSA hablaron con la AFP usando nombres ficticios por temor a represalias. La empresa no respondió a los pedidos para una entrevista sobre la situación de su infraestructura.
“Un partido político”
Tenía poco de haber cumplido 18 años cuando Carlos, hoy de 32, entró a trabajar en PDVSA. La industria recién superaba un paro petrolero que se prolongó entre diciembre del 2002 y marzo del 2003, llevando a un descenso histórico de la producción que se ubicó entonces en 25,000 barriles por día.
Chávez denunció la paralización como un “sabotaje petrolero” y despidió a directivos y a miles de empleados, para contratar a personas “leales con la Revolución”, aunque no necesariamente formados para trabajar en la industria.
PDVSA se convirtió así en “la vaca lechera del Estado”, con “fieles servidores” dejando de lado las necesidades de la empresa, según expertos.
El paro fue la oportunidad de Carlos para entrar en la nómina de la estatal en una época donde los cargos eran muy codiciados por las atractivas condiciones que ofrecían.
Carlos vivió las mieles de la industria, pero luego “PDVSA se convirtió prácticamente en un partido político” y todo se vino abajo, señaló.
La malversación de fondos y las expropiaciones de contratistas petroleras hirieron mortalmente a la industria, subraya el técnico petrolero. En Zulia, por ejemplo, fueron expropiadas unas 70 empresas de servicios desde el 2009, según expertos en el sector.
Contratistas que fabricaban estaciones petroleras en el Lago, ejecutaban mantenimientos de pozos y trasladaban a personal a instalaciones marítimas, pasaron a control de PDVSA.
“Con las expropiaciones llegó la falta de mantenimiento y (la) desmotivación de los trabajadores” que vieron caer sus salarios, resume Carlos.
“Mucho dolor”
María contempló desconcertada los efectos de estas expropiaciones y de la corrupción.
La última vez que visitó un muelle en el Lago de Maracaibo había lanchas varadas, un cementerio de buses destartalados y trabajadores sentados leyendo el periódico. “Se me salieron las lágrimas”, recuerda esta analista en computación con casi 20 años de servicio en la empresa.
“Sentí mucho dolor”, relata sobre la escena que según recuerda data del 2016, cuando la mitad de los 34,000 pozos en capacidad de producir ya estaban paralizados.
Considera que la politización fue causa crucial en el hundimiento de la estatal petrolera.
“Designar a personas por política afectó muchísimo la producción. Se comenzó a hacer de lado drásticamente al personal con experiencia, la meritocracia desapareció”, reflexiona.
En el 2017, las autoridades lanzaron una amplia operación contra la corrupción en el seno de PDSVA, dirigida a exdirectivos del grupo petrolero estatal, incluido su expresidente Rafael Ramírez. “Se apoderan de los recursos públicos y buscan de manera ilícita legalizar estos capitales”, comentó entonces el fiscal general Tarek William Saab.
María sostiene que esa “trama de corrupción” dentro de la empresa, por la que hay un centenar de extrabajadores presos, entre ellos altos gerentes, condujo a PDVSA a la ruina.
Según esta funcionaria, las irregularidades escalaron a tal punto que hasta los vehículos de la industria eran usados para fines personales, y muchos recursos desviados a compras insólitas como colchones para pernoctar en edificios administrativos durante concentraciones políticas.
“Pescar para comer”
En el Lago de Maracaibo, ‘La Casona’, una plataforma para almacenar insumos que sobresale entre los 13 pozos de las ‘Siete planchadas’ que la circundan y cuyo nombre proviene de su parecido con una casa con robustos pilares, es un símbolo de decadencia.
Hay agujeros en sus paredes de concreto. Hasta los pasamanos de las escaleras están desprendidos. Las partes que sobreviven al saqueo están carcomidas por el óxido.
“Hay corrupción vieja y corrupción nueva”, observa Carlos Mendoza Pottellá, experto petrolero que apunta que ya desde la década de los ochenta se sabía de compras irregulares y otros malos manejos en PDVSA.
Los racionamientos eléctricos desde hace 15 años en Zulia, también pasaron factura a estas enormes instalaciones. Llegó un punto en que solo trabajaban hasta mediodía por los apagones en el primer estado de Venezuela en conocer la electricidad.
Para el año 2013, muchas empresas desistieron de ofrecer servicios o materiales a PDVSA, por la mora en los pagos.
La estampida afectó operaciones neurálgicas, así como suministros de alimentos al personal.
Con pocas provisiones en los comedores, algunos trabajadores esenciales para la extracción petrolera “se ponían a pescar para poder comer durante sus jornadas” en instalaciones ubicadas en zonas marítimas o en el lago, asegura María.
El deterioro ha llevado a muchos empleados a buscar trabajos alternos y ahora son taxistas o laboran en supermercados.
“En la actualidad ningún trabajador petrolero vive del salario de PDVSA”, apunta María, que lamenta la fuga de talentos, como reconocidos geólogos, que completa el panorama de catástrofe. “Dejaron ir a muchos empleados con adiestramientos pagados por PDVSA. Al gobierno no le importó”.
Amenaza ambiental
Cuando Roy, de 30 años, comenzó a pescar en el Lago con su padre siendo un adolescente, le llamaba la atención lo imponente que se veía ‘La Casona’.
El lugar ahora abandonado es foco de fugas de crudo. Un día, mientras montaba el palambre, vio un chorro de unos 70 metros de altura salir del agua. Pensó que era una tromba marina, pero “era un chorro de petróleo”, relata.
Los derrames llevan años envenenando al Lago de Maracaibo, uno de los más extensos de Sudamérica con 13,000 km cuadrados, donde suele haber mortandad de peces por falta de oxígeno.
“A veces tenéis que sacar la red porque el petróleo no te deja trabajar”, recalca Roy, quien cuenta que ha llegado a perder cientos de kilos de cangrejos envueltos en crudo.
Tal es la magnitud de la contaminación, que la NASA difundió en octubre del 2021 imágenes donde pueden verse espirales de petróleo y algas en esta fuente acuática.
“Debajo del Lago de Maracaibo hay un plato de espaguetis de tuberías que están matando la biodiversidad con filtraciones de petróleo que no han sido reparadas nunca”, advierte Mendoza Pottellá.
Las sanciones
Las fugas de crudo se extienden en todo el país, pero rara vez son informadas por PDVSA.
En Maturín, capital de Monagas, los enormes oleoductos que atraviesan haciendas y caseríos como el de Eleazar, habitante de Los Pozos de Guanipa, suelen presentar fisuras.
Los derrames “han sido continuos desde hace dos años para acá”, comenta Eleazar, un agricultor con plantaciones de plátano, papaya y cambur, que pide identificarse solo por su nombre de pila.
El gobierno venezolano achaca a las sanciones estadounidenses sobre su industria petrolera el desastroso estado de la infraestructura.
Estados Unidos mantenía tensas relaciones con Chávez y encabeza una cruzada para sacar del poder a Maduro, luego de desconocer su reelección en el 2018.
Unos 50 países no reconocen a Maduro como presidente legítimo del país.
Por falta de dinero para mantenimiento se han hundido barcazas, roto cabezales de pozos y fisurado tuberías que pasan por debajo del lago, explica Mendoza Pottellá.
Sin “quitar las culpas domésticas”, las sanciones generan circunstancias críticas, sostiene.
De cualquier forma, Maduro se ha felicitado por la recuperación de la producción y apunta a dos millones de barriles diarios en el 2022.
Desde mayo de este año ha habido “un pequeño repunte” de las actividades petroleras y “un cumplimiento parcial de los pagos por parte de PDVSA” a los contratistas que le prestan servicios, reconoció uno de ellos bajo anonimato.
Las demoras en los pagos llevaron a muchos a la quiebra.
“Sueño faraónico”
El gobierno de Chávez apostó por el “sueño faraónico” de la Faja Petrolífera del Orinoco (FPO), un enorme reservorio de crudo extrapesado de costosa extracción y procesamiento, pero que igualmente atrajo muchas inversiones.
Su desarrollo se hizo a costa del abandono de campos en el Lago de Maracaibo, donde abunda el crudo liviano, mucho más rentable.
Mendoza Pottellá, crítico de lo que llama un “megadisparate”, observa que si se recuperaran algunos de los campos del occidente de Venezuela se podría “producir dos millones de barriles diarios durante 60 años”.
“Diez campos del Zulia entre los que está Mene Grande”, el primero en explotarse hace más de un siglo, “tienen más reservas que Argentina, Perú, Bolivia y Ecuador juntos; tienen reservas equivalentes a las de Brasil”, subraya.
Pero no es sencillo reactivar las operaciones, pues muchos equipos pasaron años varados.
Pese a los cuantiosos daños, María cree que PDVSA tiene salvación. “Las palabras que salvan a PDVSA son gastos e inversión, mucha inversión”.