Foto: Bloomberg
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Una regla de la política estadounidense es no meterse con las grandes farmacéuticas. Su ejército de lobistas en Washington ha conseguido que presidentes de ambos partidos, de Reagan a Obama, hayan ratificado la firme defensa del sector a los derechos de propiedad intelectual (PI), incluidos los establecidos en tratados internacionales. Trump intentó imponer controles de precios a las medicinas, pero no pudo. Ese esfuerzo fallido reflejó la imagen global de arrogante y codicioso del sector.