Las reuniones anuales de accionistas de ExxonMobil, Chevron y BP, todas celebradas el 27 de mayo, parecían más un chequeo anual en una clínica. El COVID-19 ha causado el colapso más profundo en la historia de la demanda de productos de los gigantes del petróleo.
En abril, Royal Dutch Shell, una empresa angloholandesa, recortó sus dividendos por primera vez desde la segunda guerra mundial. El 1 de mayo, ExxonMobil informó su primera pérdida desde la mega fusión que formó el grupo en 1999.
Incluso antes de la pandemia, los inversores buscaban menor riesgo y mayores rendimientos en otros lugares. El sector energía tuvo el peor desempeño en el índice S&P 500 en cuatro de los últimos seis años. Sin embargo, las supermajors –como se les conoce a las petroleras más importantes del mundo– argumentan que, a pesar de todo, sus perspectivas no son malas.
Tienen algo de razón. Muchas de ellas se han vuelto más resistentes desde la última recesión, en el 2014, dedicándose a proyectos más rentables y reduciendo costos. El precio del petróleo requerido para cubrir los gastos de capital y dividendos de las siete gigantes (ExxonMobil, Shell, Chevron, Total, BP, Equinor y Eni) es aproximadamente la mitad de lo que era en el 2013, reconoce Goldman Sachs, un banco de inversión.
Más empresas petroleras también se están preparando para un futuro bajo en carbono. En diciembre, Repsol de España se comprometió a alcanzar cero emisiones netas de sus operaciones y ventas de productos para el 2050. BP, Shell, Eni y Total han anunciado sus propios compromisos.
Además, a medida que las empresas petroleras más pequeñas se recuperan del virus, particularmente en las cuencas de esquisto de Estados Unidos, las grandes podrían recoger sus activos.
Los recortes de gastos de las supermajors pueden ralentizar su producción de petróleo. Pero eso es solo un problema si uno cree que hay valor en el crecimiento de producción, dice Michele Della Vegna de Goldman Sachs. Si el problema es un crecimiento excesivo, opina, entonces los recortes podrían ser parte de la solución.
Hay dos enganches. El precio de equilibrio para algunas empresas, aunque más bajo de lo que era, sigue siendo alto. El de ExxonMobil se sitúa en US$ 70, el doble de lo que cotiza el petróleo en la actualidad. Y no está claro qué tan rápido, o si es que, las grandes empresas deberían alejarse de las inversiones petroleras.
ExxonMobil y Chevron, las mayores petroleras de Estados Unidos, piensan que no. Ninguno de los dos ha establecido una meta para frenar las emisiones de la venta de sus productos. El 27 de mayo, los accionistas de ExxonMobil votaron en contra de dividir los roles de presidente y director ejecutivo. Los inversores ambientalistas esperaban que un presidente independiente pudiera impulsar el cambio.
Las supermajors europeas se parecen en comparación a los ecologistas en sandalias. Aun así, sus promesas son vagas. Eni de Italia dijo en febrero que su producción de petróleo y gas se estabilizaría en el 2025, pero dejó un margen de maniobra para un “descenso flexible” para el petróleo a partir de entonces.
El 5 de mayo, Total prometió alcanzar el cero neto, pero solo para productos vendidos en Europa. Los accionistas tenían previsto considerar un acuerdo para objetivos más amplios el 29 de mayo. BP, bajo la presión de activistas, está trabajando para explicar cómo puede cumplir los objetivos climáticos.
Las empresas tienen camino por recorrer. Equinor de Noruega dedicó alrededor de 8% del gasto de capital el año pasado a energías renovables; la cifra de Shell fue de 2%. Mientras tanto, está surgiendo un nuevo tipo de rival. En US$ 68,000 millones, el valor de mercado de Iberdrola, una empresa española que desarrolla parques solares y eólicos, ha superado a Eni y Equinor y se aproxima a BP.