“María Soledad: El fin del silencio”, documental argentino de Netflix, ahonda en uno de los femicidios más impactantes de la historia de ese país: el brutal asesinato de la joven María Soledad Morales en los años 90. Treinta y cuatro años después, sus compañeras de escuela, las mismas que lucharon para que la verdad saliera a la luz, comparten sus testimonios en esta película. ¿Qué más se conoce sobre el indignante caso?
La encargada de dirigir la producción fue Lorena Muñoz, quien anteriormente trabajó en las biopics sobre los cantantes Gilda y Rodrigo Bueno. Mientras que la periodista Mariana Montero se ocupó de la investigación para el documental “Breaking the Silence: The Maria Soledad Case”.
María Soledad fue el primer caso reconocido como femicidio que tuvo Argentina. Por lo tanto, “esta película habla de la amistad, porque aún cuando el crimen fue revisado por el periodismo a lo largo de los años, nunca se lo abordó desde el punto de vista de un actor social que hoy es el principal motor de las luchas de género en el continente: Las jóvenes. En este caso, las amigas de María Soledad, las que todavía la recuerdan llorando, las que pelearon para que la verdad saliera a la luz y, siendo menores de edad, se convirtieron en heroínas. Las protagonistas olvidadas. Una monja y un puñado de adolescentes combatiendo la injusticia con un arma impensada: el silencio”, explicó la directora a Tudum.
“La mayor protesta pública de Pelloni y sus alumnas fue una larga serie de marchas —82 en total— que convocaban un promedio de 25 mil personas por vez. Un pueblo que tomó el silencio como arma de combate y de denuncia. Todas se prometieron encontrar al culpable, pero lo que ninguna imaginó, es que esa promesa sería uno de los motores fundamentales a la hora de activar los reclamos de justicia por el femicidio de su amiga”, agregó.
María Soledad Morales fue una joven estudiante argentina, asesinada a los diecisiete años en la ciudad de Catamarca el 8 de septiembre de 1990. La noche anterior asistió a la discoteca Le Feu Rouge, donde tenía lugar una fiesta para recaudar fondos para el viaje de egresados. Aunque debía quedarse en casa de una compañera, Luis Tula, su supuesto novio, pasó por ella y la llevó a la discoteca Clivus, donde la presentó a hijos de funcionarios políticos y policiales de la provincia.
El 10 de septiembre de 1990, unos operarios de Vialidad Nacional encontraron el cuerpo de la estudiante del Colegio del Carmen y San José fue encontrado en el Parque Daza. Los exámenes revelaron que fue drogada y abusada sexualmente. A pesar de que el cuerpo estaba totalmente desfigurado, sus padres, Elías Morales y Ada Rizzardo, la reconocieron por una pequeña cicatriz en una de sus muñecas.
Tras el brutal asesinato de María Soledad Morales y debido a que las investigaciones fueron demoradas y manipuladas, la monja Martha Pelloni, la rectora del colegio de monjas del Carmen y San José organizó multitudinarias “marchas del silencio”, encabezadas por las compañeras de María.
Luis Tula fue acusado de entregarla a Guillermo Luque, hijo del entonces diputado nacional Ángel Luque, quien la llevó a una fiesta en la que participaron Pablo y Diego Jalil, sobrinos del Intendente de la ciudad en esos años, Arnoldito Saadi, primo del gobernador Ramón Saadi, y Miguel Ferreyra, hijo del jefe de la policía. En ese lugar, la drogaron con cocaína y abusaron de ella varios hombres.
El favoritismo a los llamados “hijos del poder” era tan evidente y las protestas tan fuerte que en 1991, el gobierno nacional, a cargo del presidente Carlos Menem, intervino el poder judicial, legislativo y ejecutivo de la provincia, y envió al exsubcomisario de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Luis Patti.
Tras dos juicios, plagados de irregularidades, testigos falsos y complicidad, en 1998, Tula fue condenado a nueve años de prisión y Guillermo Luque fue condenado a veintiún años de prisión. Este último solo cumplió 14 años de su condena.
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