Los peruanos nos vamos identificando mas con la idea de ser exigentes comensales y “sacamos pecho” por la buena comida. Proyectemos esa práctica a nuestra forma de invertir. Sigamos esta ilustrativa historia.
Ramón, el hermano mayor, quién desde pequeño ha sido muy cauto y precavido, prefiere una vida sin sobresaltos y un flujo estable de dinero, por lo que su frase favorita es “más vale pájaro en mano que ciento volando”. Por el contrario, su hermano Ismael, siempre ha sido muy inquieto, ávido de aprender cosas sofisticadas y con la frase “el que no arriesga, no gana” como lema de vida.
A raíz de estas diferencias en su personalidad cada hermano persigue una meta distinta, Ramón quiere ahorrar lo suficiente para realizar sus estudios de postgrado, mientras que Ismael quiere utilizar su dinero para viajar por el mundo. Por lo que conscientes de que ambas metas no son nada baratas, los dos no están muy convencidos de mantener sus cuentas de ahorros en las que ganan pocos intereses y han decidido buscar alternativas para rentabilizar sus inversiones. Sin embargo esa sola convicción no conlleva a que ambos deban seguir el mismo camino.
Podemos enfocar o visualizar a los mercados financieros como un restaurante, en el cual no se sirve un único plato, sino que es posible encontrar una comida (o variedad de ellas) en específico que nos satisfaga plenamente. Por lo que, como primer paso para invertir nuestro dinero debemos pedir la carta y conocer que hay en el menú; o en otras palabras, qué alternativas tengo como consumidor financiero. (Si está interesado en conocer algunas de las alternativas, revise el boletín de instrumentos financieros en MC&F.)
Al igual que cuando vamos a un nuevo restaurante, nuestra elección dependerá de nuestros gustos y preferencias. En el caso de inversiones, no dependerá del sabor y textura del platillo, sino en términos del riesgo y la rentabilidad esperada. De esta manera, personas más avezadas, como Ismael, decantan por alternativas en las que se pueda ganar 20% anual, aunque con el riesgo de perder 12%. Mientras que por el contrario, personas más conservadoras, como Ramón, pueden preferir alternativas en las que la rentabilidad sea 7% y el riesgo de perder sea casi nulo. La regla básica en el mundo de las finanzas es que a mayor riesgo, mayor rentabilidad, por lo que lo primero será identificar en qué tramo de esta escala nos sentimos cómodos.
La analogía con el restaurante puede proyectarse aún más allá. Cuando pedimos un plato que no nos gusta, sin lugar a dudas su ingestión no será nada placentera (e incluso podríamos enfermarnos, si es que somos alérgicos). Pues bien, algo similar sucede cuando invertimos nuestro dinero en algo con lo que no nos sentimos cómodos. Por ejemplo, para Ismael, resulta aburrido o mezquino ganar 7%, mientras que para Ramón, la posibilidad de perder 12%, podría ocasionarle varias noches en vela y momentos de incertidumbre. Peor aún, es frecuente que la experiencia venga acompañada de malas decisiones que acrecientan las pérdidas, configurando de esta manera un círculo vicioso: al igual que elegir una medicina incorrecta para la indigestión, el corregir apresuradamente nuestras decisiones de inversión sin informarnos puede ser muy perjudicial.
Es por esta misma lógica que no siempre resulta conveniente guiarse por los consejos/recomendaciones de nuestros amigos o familiares. Así, cuando un amigo nos recomienda su plato favorito; siempre existe la posibilidad de que no resulte de mi agrado. La diferencia está en que mientras en una recomendación culinaria, mis “pérdidas” se limitan al valor del plato y a una mala cena; en el mundo financiero esa mala experiencia puede traer consigo la pérdida de mi dinero y más importante de mi tranquilidad emocional. Por lo que antes de pedirlo, es mejor averiguar bien de que se trata.
De esta manera, nuestra zona de confort la definimos como el rango dentro de la variedad de alternativas de inversión en la que nos sentimos a gusto con el riesgo y la rentabilidad que tenemos. Además, debemos tener presente que la zona de confort es distinta entre personas y es absolutamente recomendable que antes de invertir hagamos un esfuerzo para identificarla, para lo cual una herramienta de enorme potencial es el perfil de riesgo. A través de esta sencilla encuesta podemos conocer “cuánto” riesgo somos capaces de tolerar y partiendo de ese punto podemos identificar la mejor alternativa de inversión, siendo ésta aquella que mejor se ajuste a nuestros gustos. ¿Se anima usted a degustar mejor su menú de inversiones?