Los líderes empresariales, por su posición, tienden a ser modelos a seguir tanto para los miembros de su organización como para los de su industria. Su reputación debiera inferir además de liderazgo y destreza en los negocios, integridad. La última calificación, lamentablemente, no siempre resulta ser el mínimo común denominador. Sin embargo, como veremos a continuación, es la visión de corto plazo la que impide reconocer que las acciones éticas son la base de un negocio sostenible en el mediano y largo plazo.
Los directores y gerentes, en la práctica, se enfrentan a disyuntivas que en ocasiones consisten en decidir entre su responsabilidad para con el beneficio de los accionistas y para con un comportamiento ético. También hay casos donde la solución consigue alinear ambas responsabilidades. Por ejemplo cuando una farmacéutica provee a comunidades pobres medicinas a precios reducidos está implementando una política ética de valor compartido (shared value).
A primer vistazo, para algunos, pareciera estar actuando a pérdida, pero su reputación gana y la percepción positiva por parte del consumidor logra fidelización y mejorar su valorización bursátil.
“Ética e integridad en la estrategia empresarial son la base del éxito sostenible en el largo plazo” afirma Richard Rudden, socio-gerente de Target Rock Advisors en NY, en un artículo para Forbes magazine. Y a modo sarcástico agrega “sino miren a Enron; a pesar de contar con los ejecutivos ‘más listos’ de la industria, cayeron”.
La ética es más que una herramienta que nos libra de escenarios negativos o las repercusiones de situaciones fraudulentas.
La ética es una manera de crear estabilidad y solidez en la empresa: es con una misión y política basadas en principios éticos que socios, gerencia y trabajadores se apoyan para tomar la decisión más sabia en momentos álgidos. Es la diferencia entre ganancia inmediata y estabilidad real en el largo plazo.
También es una herramienta que genera crecimiento: escenarios positivos donde se desarrollan el valor compartido para la organización, sus miembros y la comunidad.
La cultura de una empresa que elige acciones correctas, debe exaltar los comportamientos éticos y castigar los turbios. Hacerse de la vista gorda o escudarse culpando a los subordinados no es admisible. Jeffrey Pfeffer, profesor de organizational behavior en la escuela de negocios de Stanford U. aconseja dejar en claro cuales son las normas y lo que se espera de los empleados, sin meramente referirse a los objetivos sino también educar en cuanto a la manera de lograrlos.
La cultura, para bien o para mal, siempre contagia –y lo que se repite se vuelve hábito. En estas líneas, vale la pena hacer referencia a uno de los descubrimientos que ha obtenido la psicología social que dicta que las fuerzas sociales son capaces de doblegar la integridad personal. Ejemplos hay muchos, en el ambiente civil como en el militar, donde la obediencia a la autoridad nubla o vuelve zonas grises razonamiento y situaciones, que por naturaleza el individuo evitaría.
Kabrina Chang, profesora de ética en la Universidad de Boston, resalta que es imperativo contar con líderes cuya educación y cultura ética los empodere a hacer frente a los retos, siempre cambiantes, del mundo. Estos hacen de mentores y, de manera sostenible, uno a otro trasmiten su visión y modo de gestionar a los demás empleados en la escalera corporativa.
La ética y el liderazgo socialmente responsable se traducen en: transparencia –en las decisiones; honestidad –concordancia entre lo que se dice y hace; y responsabilidad –para con el bien común y sobre las acciones tomadas.
Lo cierto es que los fundamentos de la ética empresarial no son complicados. Más su implementación en la vida diaria es lo que exige sofisticación, reflexión, sabiduría, habilidad y consistencia.
Políticas claras, hacen que todos sepan cómo moverse, sobre todo en tiempos difíciles.
¿Este tema trae alguna experiencia particular a mente? ¿Qué empresas en Perú te parece que destacan por la ética en su cultura?