Redacción Gestión

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En México existe una muy baja cultura financiera y eso se traduce, a su vez, en una mínima cultura de previsión. Es alarmante que las personas y las empresas no estén protegidas ante eventos externos que pueden afectarlas severamente.

¿Te has preguntado cuál es tu activo más importante? La respuesta quizá te sorprenda. Muchos piensan que es su casa, pero no necesariamente. Nuestro activo más importante es nuestra capacidad de generar ingresos. ¿Qué pasaría si de repente sucede algo que te impida volver a trabajar? ¿De qué vas a vivir? Si tienes familia, hijos pequeños, ¿de qué van a vivir ellos?

Por eso nuestra capacidad de trabajar —de generar ingresos— es lo primero que deberíamos proteger. Sí se puede: muchos seguros de vida tienen una cobertura adicional (es opcional, la debes contratar expresamente) de invalidez total y permanente. Desde mi punto de vista, es fundamental, aun si tienes seguridad social, ya que la pensión por invalidez puede ser una fracción de lo que ganas.

En cualquier seguro de vida que tengas, verifica que esta cobertura esté disponible. Y lee, porque hay coberturas diferentes: unas te exentan de seguir pagando la prima, pero no te indemnizan. Otras hacen las dos cosas. Por eso es fundamental contar con la asesoría de un buen agente de seguros que te ayude en ello.

El segundo activo más importante puede ser la casa, pero también puede ser tu responsabilidad por daños que puedas causar a terceros. En México, casi nadie asegura ambas cosas y esto, nuevamente, puede ponerte en una situación muy vulnerable. ¿Qué pasaría si pierdes tu hogar? Ha pasado, muchas veces, en cada catástrofe en el país. Pero puede ser un incendio.

El verano pasado tuve una experiencia, que aunque no fue grave, es ilustrativa. Mi departamento, en un tercer piso, se inundó después de una lluvia torrencial. Granizó muy fuerte, parte de la pintura de la fachada cayó y tapó la coladera de mi terraza. Se levantó parte del piso de madera y se dañaron algunos muebles. El seguro cubrió gran parte de los daños, por lo cual mi afectación económica fue mínima. De no ser así, me habría costado miles de pesos.

Por otro lado, muchos de nosotros podemos causar daños a terceros que pueden ser muy importantes. Un mal cálculo de ingeniería puede costar millones de pesos. Una instalación deficiente, también. Si una teja de tu casa le cae encima de la cabeza a un transeúnte y éste fallece, te podría costar varios millones de pesos. Mucha gente no lo ve, hasta que tiene el problema legal encima.

Pero hay muchos otros riesgos que corremos y que no se pueden asegurar. Por ejemplo, la pérdida de empleo o el hecho de que el número de clientes que tenemos se reduzca considerablemente tras una crisis económica. Un buen fondo para emergencias nos ayuda en esas situaciones (y en muchas otras).

Las inversiones de muchas personas también son muy vulnerables —de distintas maneras. Algunos tienen su dinero en "inversiones" bancarias —que pagan mucho menos de la inflación. Piensan que ahí su dinero estará seguro, pero lo único seguro es la pérdida de poder adquisitivo. Otros, por el contrario, corren mucho más riesgo del que pueden tolerar. Invierten en Bolsa gran parte de su dinero y cuando viene una caída, se asustan. Venden en el peor momento. Varios más han comprado productos que aunque pueden parecer buenos, tienen costos muy significativos que erosionan los rendimientos potenciales.

¿Qué me dicen de las personas que se aventuran a comprar una casa que después no pueden pagar porque no tenían para el enganche y entonces pidieron varios créditos? Les ganaron las ganas y las consecuencias vinieron más adelante.

¿Te has preguntado qué tan vulnerables son tu patrimonio y tu plan financiero —que es una parte de tu plan de vida?

Diario El Economista de MéxicoRed Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)