Redacción Gestión

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Todos hemos tomado decisiones financieras sin ponernos a pensar en las consecuencias que ello implica o en las características del producto que estamos contratando.

Éstos son casos reales que me han llegado a lo largo de los años:

1. Una amiga cercana compró su departamento con un crédito hipotecario. Tres meses después hubo una reducción de personal en la empresa donde trabajaba y se quedó sin empleo.

No se había fijado en que el crédito que eligió no incluía seguro de desempleo (contrario a hoy en día, que muchos lo tienen y es importante).

2. Javier invirtió en un fondo de renta variable poco antes de la crisis financiera del 2008, atraído por el anuncio que vio en una revista, promoviendo los altos rendimientos que había generado.

Fue a la casa de Bolsa, permitió que el promotor le llenara el cuestionario de perfilamiento y puso todo su dinero ahí, sin leer ningún documento. Javier ni siquiera sabía que se trataba de un fondo que invertía en Bolsa.

Sufrió una minusvalía superior a 30% de su patrimonio en pocos meses y, lo peor, sacó en ese momento su dinero. Intentó demandar a la casa de Bolsa, sin éxito, ya que él firmó todos los documentos, incluido el prospecto de información al público inversionista del fondo así como su cartera de valores.

3. Mercedes contrató un "seguro" de inversión que era muy atractivo, en el cual le prometían altísimos rendimientos. Año y medio después tenía bastante menos dinero del que había invertido, a consecuencia de las elevadas comisiones que se cobran, precisamente durante esos primeros 18 meses.

Al analizar su "seguro" me di cuenta de que el costo total era altísimo y los rendimientos con los que le habían simulado su inversión no los había generado la empresa en los últimos cinco años, con ninguno de sus "portafolios".

En el mejor de los casos, no perderá dinero, si lo mantiene en el largo plazo, pero ganará mucho menos que si hubiera invertido a través de otra opción. Cancelarlo no era una opción por el costo que implicaba (el valor presente de todos los cargos futuros por el plazo contratado, además de perder las aportaciones de los primeros 18 meses).

4. Luis me dijo que el banco le contrató un seguro sin su permiso. Pero, al ver los documentos, resulta que él mismo lo había autorizado.

En la carátula del contrato que firmó estaba la pregunta: ¿Desea usted el seguro? Estaba marcado "SÍ" y junto a ello estaba su firma. Eso pasa por no leer lo que uno firma.

5. Jorge me contactó porque la aseguradora no quería pagar el seguro de vida de su esposa, recientemente fallecida. Resultó que era una póliza de muerte accidental y ella había fallecido a causa de una enfermedad, por lo cual su caso no estaba cubierto por el seguro que adquirió. Otro caso de no conocer el producto que uno está comprando.

6. Jessica estaba ahogada en deudas y entró al programa que ofrece una conocida reparadora de crédito. Pero nunca leyó el contrato ni comprendió las comisiones que cobraban, mucho menos qué pasaba en caso de cancelación anticipada. Se arrepintió demasiado tarde, cuando se dio cuenta de que el saldo que tenía en la cuenta que la reparadora había abierto para ella estaba muy mermado a causa de dichas comisiones.

No quería seguir aportando, pero tampoco le convenía sacar su dinero. Se encontraba en un gran dilema. Me dijo que estaría empezando un procedimiento ante la Profeco, el cual dudo mucho que prospere debido a que la reparadora únicamente estaba cobrando lo que le correspondía por el contrato que ambas partes habían firmado.

¿Qué tienen todas estas personas en común? No leyeron. No compararon. No comprendieron bien el producto que estaban comprando ni si era adecuado a sus necesidades.

Como muchos: simplemente adquirieron lo que les vendió alguien con habilidad para ello, sin más.

Casi todos ellos intentaron responsabilizar a dichas empresas por haberles vendido un producto malo o no adecuado para ellos. Eso es lo más fácil: culpar a los demás de nuestros problemas. Lo que pocos hacen es tomar responsabilidad de sus propias decisiones financieras.

Por eso es tan importante promover la cultura financiera, algo que he hecho por muchos años en esta columna y que tanta satisfacción me ha dado.

Cuando la gente se da cuenta de ello y empieza realmente a tomar conciencia, a aprender de sus errores, a comparar, les cambia la vida.

También puedes cambiar la tuya.

Diario El Economista de MéxicoRed Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)