Cuando el internet empezó a hacerse popular y a desplazar a la imprenta como la creación humana con más impacto en el desarrollo de la humanidad, se nos advertía: "prepárate porque viene y tienes que avanzar con el internet", nos introduce en el tema, el ex jefe de la Autoridad Nacional de Protección de Datos Personales, José Quiroga León.

Se trataba, recuerda el abogado, de prepararnos para aprovechar las herramientas del internet puestas a nuestro servicio por proveedores con la misma importancia que cualquier otro proveedor de bienes o servicios, vendían algo que tú podías comprar o no comprar.

Luego, nos dijeron "acostúmbrate que tienes que vivir con el internet", resalta Quiroga. "Ya hablábamos de algo poco opcional, se volvió omnipresente, casi casi imprescindible, teníamos que admitir que ya era parte de nuestras vidas, porque aun cuando no tomáramos la decisión directa de usarla, muchas otras cosas que sí usamos mutaron a ser accesibles por internet de modo que, lo quisiéramos o no, teníamos un vínculo con la red", opina.

En este punto los proveedores de internet, pasaron a ser "los depositarios de la modernidad", resalta; y sobre esa base cuestionarlos resultaba cuestionar la modernidad, gozaban de una posición diferenciada, porque la modernidad estaba en lo que ellos proveían y simplemente esperaban la llegada masiva de usuarios, que mantenían muy poco margen de decisión.

No paso mucho tiempo para que nos enteremos de que debíamos amoldarnos a "vivir en internet", ya no era opcional, dice; y el margen de decisión, es aún menor, porque la forma de vida común se soporta en formas de hacer y comunicar que antes no conocíamos y que imprescindiblemente involucra a internet.

Es interesante reflexionar, comenta, sobre el hecho de que esta revolución trajo, una una actividad para la cual ni siquiera teníamos un verbo y hubo que inventarlo: "googlear", verbo que trasciende a un proveedor individual, que todos entendemos y que no es posible reemplazar por otro si queremos significar lo mismo.

Alli se advierte, dice, que los proveedores de internet, son los titulares de las decisiones de lo que ocurre o no ocurre, y "los usuarios ya no tenemos capacidad de decidir no vincularnos con internet", resaltó.

De hecho, personas que jamás decidieron usarla la usan por necesidad y aspectos que corresponden a su esencia, como sus datos personales, son tratados en internet sin que sea una opción evitarlo, no si quieres vivir la vida contemporánea, asegura.

Ahora, ya no es opcional y los proveedores ya no esperan que las personas requieran sus productos en la forma tradicional, los tienen como usuarios, casi como una consecuencia natural de existir.

ReflexiónLo que estamos diciendo. asegura Quiroga León, no es una crítica, sino intenta ser una simple reflexión sobre una realidad que no siempre es evidente para los involucrados y que ciertamente no es cómoda para ninguna de las partes. "Los usuarios preferirían no intranquilizarse con los riesgos que esto implica y los proveedores, como es natural, no siempre tienen interés en la reflexión, tan ocupados como están en la producción", detalla.

Si bien podríamos escribir párrafos y páginas sobre las ventajas, bondades e incluso maravillas que han llegado con internet, que nadie en su sano juicio podría negar, parece de un mínimo sentido del equilibrio dedicarle algún momento, no por breve menos importante, a reflexionar sobre los riesgos que para cada uno de nosotros pueden presentarse y que se concretan cada día como consecuencia de nuestra vinculación con internet.

Privacidad y el internetEs allí donde aparecen las reglas de protección de la privacidad, que no están para complicar o detener internet sino para equilibrar una situación real y existente en la que las mismas personas que deben ser beneficiarios de internet (es decir todos y cada uno de nosotros, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos) son afectados por tratamientos que tienen la capacidad de tocar nuestras vidas negativamente, a veces de manera terrible.

Parte esencial de solucionar un problema es reconocer que existe y poner en marcha a quienes pueden neutralizarlo.

Por el contrario, la forma perfecta de que un problema escale de modo pernicioso, es ignorar que existe y todavía peor, negar que se le conoce y mucho peor que quien lo genera se niegue a reconocerlo como algo vinculado a su actividad, que debe ser corregido, remarca.

Esa forma de ver las cosas encierra un problema radical: si los responsables de cómo funciona internet no son capaces de reconocer, procesar y resolver los riesgos y las concretas afectaciones a la privacidad que causan, estarían cuestionándose a sí mismos, situándose, por decisión propia en una posición contraria a intereses esenciales, legítimos e irrenunciables de sus usuarios, aquellos que deberían ser los destinatarios de sus preocupaciones.

Hay otra reflexión muy simple y evidente, que desde algunos extremos se pretende ocultar: las actividades humanas pueden tener aspectos beneficiosos o perjudiciales, también pueden ser directamente buenas o malas, para todos o para alguien, eso ha sido así siempre y seguirá siendo así.

Creer que porque ahora la actividad humana se desarrolla en internet (que potencia, amplía, multiplica, globaliza y puede eternizar los efectos de lo que hacemos) han cambiado su naturaleza para que todo lo que allí se hace sea bueno e inobjetable, por definición, no parece muy acertado.

Lo razonable es comprender que en internet se potencian tanto los beneficios como las complicaciones o perjuicios de las actividades humanas. No comprenderlo es simplemente desconectarse de la realidad.

No se trata de enarbolar la protección de la privacidad para denigrar o criticar a internet, sino de enarbolar la primacía de la dignidad humana, para complementar internet, concluye Quiroga.

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