Redacción Gestión

redaccion@gestion.pe

Diario El Economista de MéxicoRed Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)

A muchas personas les cuesta trabajo seguir su presupuesto. Esto se da porque, a veces, diseñan un esquema que es demasiado rígido, por lo cual siempre hay que registran un gasto mayor al que originalmente esperan. Otras personas no lo ajustan a su realidad, o bien siguen guías que no tienen nada que ver con sus necesidades financieras actuales.

Cualquiera que sea la razón, en ocasiones es bueno relajarse y tomar una perspectiva distinta. Pensar de manera positiva sobre cuál puede ser el verdadero problema y ajustarlo.

Frecuentemente las personas me preguntan esto: ¿Crees que gasto mucho en ropa? ¿O en comer afuera? Puede ser que sí o puede ser que no, depende mucho del nivel de ingreso y del resto de las necesidades. No tiene nada de malo, si uno tiene el dinero, gastar en ropa más que el promedio, siempre que eso no genere un desequilibrio y podamos cumplir con el resto de nuestras metas financieras, como el ahorro para el retiro. Si ese fuera el caso, la respuesta sería: "No, no necesariamente". Pero si por el contrario, debido a esos gastos nos hemos endeudado a un nivel extremo, la respuesta es: "Claramente, sí".

Las personas que hacen por primera vez un presupuesto se preguntan cómo debería verse. En realidad, no hay una fórmula que funcione para todos, ya que el presupuesto, finalmente, es el reflejo de las necesidades financieras y de los patrones de consumo de cada individuo. Sin embargo, existen algunas reglas generales.

La viviendaIdealmente, no debería gastarse más de 25 a 30% del ingreso neto en gastos de vivienda, que incluyen renta o hipoteca, mantenimiento, predial, luz, agua, gas, seguros, etcétera.

Este porcentaje puede variar de acuerdo con las circunstancias particulares. Por ejemplo, los estudiantes que recién se independizan podrían gastar más de sus ingresos en vivienda.

Muchas personas, sin embargo, hacen un gran esfuerzo por comprar una buena casa y terminan gastando más de la mitad de su ingreso en eso. Eso es terrible porque no queda nada para otras metas financieras tan importantes para el retiro y el sentimiento de vivir siempre muy apretados y no poder hacer otras cosas es espantoso. Se olvidan de que una hipoteca dura por lo menos 15 años, demasiado tiempo para sentirse con el agua hasta el cuello. Cualquier problema financiero puede ser fatal: podrían perder su patrimonio completo al no poder seguir pagando la hipoteca.

Las deudasUno de los grandes problemas de la vida moderna es que muchas personas se endeudan demasiado. Cuando quieren un televisor buscan pagarlo a plazos; cuando quieren un automóvil, buscan una opción de financiamiento, etcétera. Pero nunca piensan en ahorrar para lograrlo.

Esto también aprieta el presupuesto, pues compromete el flujo de efectivo. El dinero que podríamos utilizar para otras cosas lo tenemos que destinar a pagar lo que ya compramos: deudas que tenemos por haber adquirido esos bienes.

En ocasiones, se podría justificar hacerlo, el problema es que demasiada gente vive así y cada mes paga intereses altísimos (no es sólo lo que compramos, sino el costo financiero que eso representa). Si eso lo juntamos con los intereses de un crédito hipotecario, resulta que el primer gasto de una familia, la cantidad más alta, se va precisamente en pagarle al banco. Ellos (los banqueros) terminan siendo dueños de gran parte de nuestra quincena y esto es porque nosotros lo hemos permitido.

No quiero satanizar aquí a los bancos, al final los responsables principales somos nosotros mismos. Tampoco a las deudas; en ocasiones tienen sentido. Pero no podemos vivir de ellas.

Todo lo demásPara definir un presupuesto y determinar qué porcentaje del ingreso debe destinarse a cada rubro, jerarquice. Un buen presupuesto debe ser un reflejo de nuestras prioridades, pero también debe respetar nuestros patrones de consumo.

Un presupuesto se trata de asignar prioridades. ¿Qué es más importante? ¿Qué va primero y qué va después? Y así lograr un equilibrio con ellas, porque el dinero es finito.