Redacción Gestión

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Uno de los elementos que frecuentemente afectan en uno u otro sentido nuestras decisiones es la percepción del futuro que tenemos; en particular, la percepción de esperanza sobre nuestro futuro puede determinar nuestra conducta presente e influir la naturaleza y orientación de las decisiones financieras.

A partir de una serie de estudios que se describen en el artículo "Hope, Perceived Financial Risk and Propensity for Indebtedness", de Lucia Barros y Delane Botelho, los investigadores lograron identificar la relación que existe entre la percepción de esperanza, la percepción de riesgo y la propensión al endeudamiento de las personas.

De esta manera, fue posible establecer que las personas que presentan mayores niveles de esperanza tienden a una mayor propensión a contratar créditos de largo plazo, con independencia del riesgo presente que dichos créditos supongan.

La esperanza, de acuerdo con el estudio, se deriva de la creencia de que en el futuro los escenarios favorables y los objetivos serán alcanzados y que será posible cumplir las metas.

Las personas orientadas con base en una visión de esperanza, tienden a que su percepción presente sea conducida por resultados que aún no se presentan en este momento.

Por ello, los estudios muestran que un elevado sentido de esperanza puede provocar que las personas disminuyan su análisis y, consecuentemente, la percepción de riesgo asociada a sus decisiones.

Además, expusieron que las personas con menores niveles de percepción de esperanza son menos proclives a endeudarse, como resultado de su percepción negativa del futuro, el cual consideran que puede afectar su capacidad para enfrentar un compromiso financiero.

Cómo el futuro afecta 
el presenteExiste entonces una vinculación entre el nivel de esperanza percibida con la forma en la que se evalúa y se percibe el riesgo financiero futuro, siendo ambos elementos determinantes en la propensión de las personas para contratar deuda, especialmente a partir de la presunción de que el futuro presentará condiciones favorables financieras, laborales y económicas tales que les permitirán enfrentar las deudas que hoy contraten.

Si bien puede parecer negativo el resultado del estudio, éste no plantea que toda la esperanza es mala.

Por ello, es importante entender que una esperanza elevada, fundada sólo en expectativas poco objetivas y sin que esté firmemente anclada en elementos tangibles de nuestra realidad y expectativas financieras y económicas, puede llevarnos a tomar decisiones que, a la larga, comprometan seriamente el futuro de nuestro patrimonio.

Diario El Economista de MéxicoRed Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)

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