Bloomberg.- Para los capitalistas de riesgo que buscan el próximo éxito económico, la aplicación de paseo de perros Wag parece una buena apuesta.

Después de todo, los estadounidenses gastan mucho dinero en sus mascotas –se estima que US$ 70,000 millones tan solo el año pasado- y la startup fundada hace tres años crece con rapidez y busca reunir al menos US$ 100 millones para financiar su expansión.

Varios inversores se disponían a subir la apuesta el mes pasado, según tres personas familiarizadas con la situación, cuando los medios sociales empezaron a difundir comentarios indignados sobre Buddy, una cruza de Beagle y Labrador que se perdió estando al cuidado de un contratista de Wag.

La dueña de Buddy, una enfermera retirada de Long Island llamada MaryEllen Humphrey, acusó a la compañía de exagerar sus intentos de rescate y de tratar de comprar su silencio con US$ 2,500 y una oferta de pagarle un viaje a Disney World cuando un canal de noticias local hizo preguntas sobre el perro desaparecido.

Wag Labs, la empresa matriz de la aplicación, hizo algo poco común para una compañía tecnológica: envió una carta de advertencia a uno de sus propios clientes.

"Si pasadas 24 horas desde la recepción de este correo electrónico su retractación y disculpa a Wag! no aparecen posteadas de forma pública en todas y cada una de las plataformas de medios sociales que ha utilizado para difamar a Wag!, se ha autorizado a esta oficina a usar todos los medios disponibles para poner fin a sus mentiras lo más rápido posible", escribió el abogado de la compañía Mark Warren Moody.

Wag rechazó la acusación de Humphrey de que le había ofrecido dinero por su silencio. La portavoz de la compañía Marcy Simon dijo que en el caso de Buddy, Wag contrató a un rescatista profesional de perros, emitió una Alerta Amber para Mascotas (que envía mensajes de texto o correos electrónicos a los vecinos sobre la desaparición de una mascota) y ofreció una recompensa de US$ 1,000. Simon dijo que la compañía gastó alrededor de US$ 1,000 diarios en la búsqueda de Buddy. Humphrey, por su parte, niega lo que dice Wag.

El sábado, una mujer que paseaba a su perro descubrió al can de Humphrey parado cerca de un afiche en el cual se anunciaba su búsqueda. Habría sufrido algunos cortes y estaba cubierto de garrapatas, pero por lo demás se encontraba ileso.

A pesar del resultado positivo, el daño causado a la reputación de la startup ya asustaba a posibles inversores, entre ellos uno que dijo que su firma de capital de riesgo se había desalentado al enterarse de que los paseadores de Wag perdían perros.

Inspiradas en Uber, las startups de cuidado de mascotas quieren revolucionar un sector que operaba tradicionalmente por recomendaciones entre usuarios y avisos en postes de alumbrado.

Las más conocidas son Wag y Rover.com, que ofrece una amplia serie de servicios, pensionado entre ellos. La experiencia de Wag, sin embargo, constituye un recordatorio de que la disrupción tecnológica rara vez avanza de forma fluida, sobre todo cuando se relaciona con mascotas.

Wag y Rover compiten por clientes mediante aplicaciones de fácil uso y auspicios de celebridades, pero deben hacer frente a muchos de los mismos problemas que han afectado a otros actores: vigilancia de entes reguladores, quejas por el mal servicio que prestan personas a las que no emplean de forma directa, elevados costos de marketing y fuertes pérdidas.