Redacción Gestión

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(Bloomberg) Las cosechas de Borgoña se han ido reduciendo con los años, mientras que los precios no han dejado de subir. Lluvia, inundaciones y granizo han diezmado los viñedos desde 2010, en especial en la Côte de Beaune ( la zona de la franja caliza donde se encuentran las viñas más famosas). Los productores invirtieron en protección contra el granizo, pero no funcionó, y la actividad regional atraviesa por una crisis a la que podría no sobrevivir.

La cosecha de uva chardonnay se redujo 30% en 2013, y la de pinot noir lo hizo un 50%. En 2014, cuando el tiempo fue el peor de la historia reciente, algunos vitivinicultores perdieron el 90% de la cosecha, y 2016 ya se perfila como peor. Eso significa que las uvas que quedan van a ser mucho más caras, y que las compañías que dependan de producir vinos a partir de esas uvas se verán obligadas a pagar una prima que cada vez son menos las que están en condiciones de solventar.

"Lo que dicen los productores es que si no se les paga lo que piden le venderán a otro", dice Blair Pether, que integra la creciente cantidad de "micronegociadores", pequeñas firmas que compran uvas para producir vino en lugar de cultivar las propias. Las uvas para producir sus 300 botellas de grand cru Charmes-Chambertin 2009 costaron 8.000 euros (US$8.800). El precio de la misma cantidad era en 2015 de 22.500 euros. No compró.

David Croix, de Domaine des Croix. Dice que el costo de las uvas Meursault que usa es del doble que en 2011, pero el precio del vino que produce sólo ha aumentado 15%.

Hasta las pequeñas firmas que tienen sus viñas pasan por malos momentos. Como señala Alex Gambal, de Maison Alex Gambal, "imaginemos que en seis años hay tres en los que no se tiene ingreso alguno pero que los costos se mantienen".

Cuesta pensar cómo puede sostenerse la situación, sobre todo dado que la peor helada desde 1981 azotó Borgoña en abril. La cosecha de 2016 podría ser un 40% menor. Al mismo tiempo, la demanda global no deja de crecer. Los precios han subido tanto que algunos productores ya no saben muy bien cuánto cobrar, en especial porque comerciantes y restaurantes venden los vinos a precios mucho más altos.

¿Borgoña puede seguir aumentando los precios o la burbuja estallará? ¿Los amantes del vino se rebelarán y buscarán su pinot noir y su chardonnay en otra parte?

Esas preguntas quitan el sueño a los propietarios de las pequeñas firmas productoras como Pethel. Si bien pagan precios más altos por las uvas, hay un límite a lo que pueden cobrar por sus vinos antes de que los clientes empiecen a negarse a comprarlos. Es por eso que Pethel teme un "apocalipsis" de Borgoña: la desaparición de los pequeños productores o un derrumbe de los precios.