Alejandro Vautravers (Foto: USI)
Alejandro Vautravers (Foto: USI)

Luciana Tello Ramírez

El gerente general del Sheraton Lima Hotel & Convention Center, Alejandro Vautravers, nació en España, vivió su infancia en Suiza y más tarde se trasladó a Colombia. Es por esto que afirma que viajar es una de sus actividades favoritas. También disfruta de la gastronomía y de las contradicciones en las que ha caído por su culpa: se confiesa amante del ají de gallina y de la paella, aunque no le gusten el arroz ni el pollo.

- ¿Cuándo comenzó en este rubro?
Mi familia tenía dos hoteles pequeños, de ahí vino la idea de estar en este negocio. Esperé, por lo menos, llegar a ser ejecutivo. No digo gerente general, pero por suerte lo logré hace 10 años.

- ¿Cree en la suerte?
Por casualidades de la vida terminé en una entrevista con esta cadena. Fui con un conocido de mi padre para que me recomendara dónde hacer una especialización y salí con una oferta para entrar a un programa de desarrollo.

- ¿Se ponía nervioso en las entrevistas?
Por más experiencia que tengas, siempre hay nervios. He tratado de afrontarlas siendo lo más transparente que puedo. Lógicamente, debes prepararte para decir qué sabes de la compañía, qué te llama de la empresa, cuáles son tus objetivos y qué puedes aportar.

- ¿Hoy qué busca en un aspirante?
Lo que más busco es su actitud hacia el servicio, cuál es su proyección y a dónde espera llegar. No todo el mundo tiene que aspirar a ser gerente.

- ¿Trabajó en los hoteles de su familia?
Llevé maletas, serví desayunos, atendía el bar. Pasé muchas vacaciones en esos hoteles.

- ¿Eso le ayudó a ser más empático con sus colaboradores?
Definitivamente. Creo que si no se empieza totalmente desde abajo, se debe hacer de todo. Yo no comencé, como mucha gente dice, “lavando platos”, pero sí cociné, hice camas, entre otras tareas, dentro del programa de desarrollo en el que estaba.

- ¿Cómo transmite eso a su equipo?
Hice un programa de entrenamiento para las personas que hacían la habitación. Les dije: “¿Por qué no se echan en la cama?”. Al acostarte ves un montón de cosas que ve el huésped y que tú no. Para que todo esté bien, hay que ponerse en los ojos del otro.

- ¿Quién le enseñó ese ejercicio?
Yo digo que se me ocurrió a mí, pero seguro a otros también (risas). Hay cosas que aprendes con la experiencia, con los jefes. A veces eres el jefe y es a ti a quien enseñan. Tiene lógica, uno debe de recibir de todas partes.

- ¿Ha tenido malos jefes?
Complicados. Uno se tiene que adaptar y aprender de todas las personas. He tenido jefes que han ayudado más a mi desarrollo y otros que menos. Nunca me he llevado mal con uno, tal vez me ha costado adaptarme más.

- ¿Se puede tener una buena relación con alguien que piensa muy diferente?
Claro. Tuve un jefe con el que no coincidía. Él era el gerente general y yo el número dos. Pensaba que con ese hombre era imposible, pero hoy somos amigos. Él respetó mi forma de pensar, nos pusimos de acuerdo y al final cada uno aprendió del otro.

- ¿Qué es lo que más le ha costado aprender como gerente?
Hablar portugués. Cuando fui a trabajar a Brasil, pensé que solo hablando en español ya estaba listo. Sin embargo, no fue así. Lo único que sabía decir era “bom día” (buenos días). Fue bastante duro, pero lo superamos.

- ¿Pasó momentos incómodos?
Nunca me voy a olvidar de la frase “pois ñao”. Para mí eso era “pues no”. Cuando pedía algo, me contestaban así y yo pensaba: “¿Se están burlando de mí?”. En realidad, significa “Sí, señor, o claro que sí”.

- ¿Qué es lo primero que hace cuando llega al hotel?
Doy una vuelta, saludo a mi gente. Cada día hago un recorrido diferente. También saludo a los clientes que conozco. Así recibes feedback para mejorar. Y puedo ayudar si veo algo sucio o falta algo.

- ¿Puede alejarse de su rol de gerente y disfrutar como huésped?
Lo que menos hago es golpearme la cabeza, sobre todo si estoy de vacaciones. Si puedo aportar al hotel donde me quedo, lo hago.

- ¿Qué es lo que más disfruta hacer en sus tiempo libres?
Probar la gastronomía. Voy a cualquier restaurante, si me dicen que ese lugar es rico. El mejor ceviche lo comí frente al estadio de Alianza Lima, aunque uno se pregunte qué hago metido por allá.