(Foto: Expansión)
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A pesar de sus 245 años, la marca alemana Birkenstock está más vigente que nunca. Convertidas en "must", sus sandalias arrasan desde hace varias temporadas. Según el diario , su producción ha crecido un 150% desde 2014.

Johann Adam Birkenstock fue, desde 1774, zapatero. Como su hermano, y como después lo serían su hijo y su nieto. El interés de esta saga familiar siempre ha sido mantener los pies a buen recaudo. Era 1896 cuando Konrad Birkenstock, tercera generación familiar, abrió dos tiendas de calzado en Frankfurt y comenzó a manufacturar plantillas especiales para el pie.

Quince años más tarde, durante la I Guerra Mundial, se convertiría en el fabricante de zapatos ortopédicos para los militares heridos que estaban hospitalizados. Pero fue aquella primera plantilla, a la que llamaron footbed (cama para el pie), el verdadero origen de esta empresa que hoy tiene dimensiones gigantescas y cuyas sandalias  se han convertido en favoritas de actores y celebrities, un gancho que, sobre todo en Italia, les hizo incrementar considerablemente las ventas y firmar una colaboración con

Mantenerse fiel a sus orígenes ha sido una de las claves para que esta marca alemana haya perdurado a lo largo de ocho generaciones y trascendido sus propias fronteras, no solo las territoriales, sino también las conceptuales. Porque, aunque fue concebida como calzado ortopédico, en su última etapa ha seducido a los amantes de la moda y a las generaciones más jóvenes.

Un nuevo modelo de negocio (este año por primera vez la distribución directa supera la indirecta), las redes sociales y las colaboraciones con diseñadores de prestigio, entre otros factores, han logrado disparar las ventas. Las cifras son apabullantes: en 2019 esperan distribuir 27 millones de pares de sandalias y, en los últimos seis años, la compañía ha tenido un crecimiento del 150%, con una media anual del 20%.

Incluso en la firma, dirigida por Oliver Reichert y con 3,800 empleados en todo el mundo, parecen sorprendidos ante números tan elocuentes. "Para poder cumplir con la demanda, hemos tenido que encargar nuevas máquinas más avanzadas que tardan cerca de 12 meses en estar listas", apunta Yvonne Piu, directora de la oficina de Marketing. "Las redes sociales hacen que todos queramos el mismo producto y que lo queramos a la vez", continúa.

La magnitud de Birkenstock queda al descubierto cuando se visitan sus fábricas en Alemania, y eso que aquí solo confeccionan sandalias. El resto del calzado, como las sneakers o las botas, se lleva a cabo en otras instalaciones fuera del país. "Por una cuestión de volumen tenemos que externalizar, nosotros estamos centrados en las sandalias porque son nuestro ADN, son el reflejo de nuestra historia", explica Guus Langenhuysen, jefe de gestión de la fábrica de Goerlitz, localidad lindante con Polonia.

En 2007 se estableció allí con el fin de aumentar la producción de la factoría que ya tenían, desde 1991, en la vecina Bernstadt. 

Producción dividida

En Goerlitz, con una extensión de 30,000 m2, se llevan a cabo las famosas suelas de corcho y látex (cuya fórmula es uno de los secretos mejor guardados, al igual que sus datos de facturación anuales); mientras que en Bernstadt (20,000 m2) se realizan las tiras, la mayoría de piel: emplean alrededor del equivalente a 300 campos de fútbol.

"Somos muy estrictos con los requerimientos legales, nuestras pieles proceden principalmente de Italia y del resto de Europa. Nuestro material es flexible y tiene un grosor que oscila entre los 2,8 y los 3,2 mm", asevera Langenhuysen.

Todo el proceso de producción está perfectamente orquestado. Una joven plantilla, formada por 1,600 empleados entre las dos fábricas y procedente en su mayoría de la fronteriza Polonia, trabajan con disciplina alemana. Allí se producen cada día 90,000 pares. "Los imperativos de la moda condicionan los distintos tipos de piel que empleamos. Las colecciones son muy flexibles y si hay un modelo nuevo que funciona muy bien pasa a formar parte de la colección permanente", cuenta Hilmar Knoll, el director de la planta.

Nuevos caminos

En su interés por seguir innovando manteniéndose fiel a su historia, la marca ha abierto dos nuevas líneas: una centrada en la cosmética y la otra, en los sistemas de descanso. Si en sus inicios creó una cama para el pie, ahora ha diseñado colchones con los que pretender cuidar todo el cuerpo.

El corcho es la base para llevar a cabo las lamas de somieres, pero también las cremas de manos y pies. Además de este material, recurren al EVA (etileno vinilo acetato) para hacer sandalias y flip-flop, lo que supone entre un 20 y un 25% de su producción total. En una jornada pueden llegar a realizar 28,000 pares, para ello utilizan hasta 6,000 kilos de EVA.

Su próximo reto no pasa por "abrir nuevas tiendas en Alemania, sino en entrar en nuevos mercados", señala Klaus Baumann, gerente del equipo internacional de ventas. "España es difícil porque tiene su propia industria de calzado. Hay tanta competencia que tienes que convencer al consumidor para que pague el dinero extra", cuenta. Su mercado principal es Europa (45%), seguido de América (41%, en California tiene fans). ¿Su reto para el futuro? Conquistar Oriente Medio (2%). Casi nada.