Los brasileños, sobre todo los de Río de Janeiro, parecen tener la habilidad de convertir cualquier estadio en un sambódromo.

La inauguración de las olimpiadas fue una evidencia. La ceremonia terminó en un carnaval eterno y sonoro que seguro le dará personalidad a toda la competencia.

El Maracaná vibró, danzó y se entregó durante las más de tres horas de ceremonia. Esta es una ciudad que parece que no conociera del cansancio; donde la noche es una promesa de eternidad.

Esta además es una ciudad involucrada con su torneo. Más de 45,000 personas hacen tareas de voluntarios y 85 mil contratistas.

Carrera de estrellas Una ceremonia de Juegos Olímpicos es como una asamblea de las Naciones Unidas. Es un encuentro de países en la cancha y en las tribunas. Parece que nadie se lo quiere perder, pese a que se vendieron tickets de hasta más de US$ 1,500.

Una ceremonia también es un termómetro de conocimiento. Cada cuatro años el desfile de las delegaciones permite corroborar nuestros conocimientos de geografía.

Un caso aparte fue el paso, por primera vez en la historia, de un equipo de refugiados. Cada cuatro años además parece que surgieran nuevas naciones, o en todo caso una olimpiada es una excusa para salir del anonimato, como el abanderado de Tonga, quien salió bañado con el torso desnudo y bañado de aceite.

Este año desfilaron 205 países y más de 11 mil atletas. Las representaciones más numerosas fueron las de Estados Unidos y Brasil. Los norteamericanos lideran el medallero histórico, mientras que los cariocas son los anfitriones.

El grosor de las delegaciones coincide con su interés con el deporte y con la solidez de sus economías.

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Hay además otro termómetro sonoro que se siente en un evento de esta magnitud y son las palmas. Delegaciones como las de Estados Unidos, Alemania, China, Japón y los países escandinavos revelan que no solo han llegado con decenas de deportistas sino con miles de hinchas. Sus barras, así como la de algunos países de la región fueron las más sentidas.

Seguridad récord En los pocos silencios que se colaban en la ceremonia, se podía oír el agitar de las hélices de tres helicópteros que vigilaban el estadio. Uno se mantuvo intacto y los otros no dejaban de dar vueltas. Nunca se marcharon. Brasil ha desplegado, policías y militares en las calles. A eso se debe sumar el mar de personal de seguridad privada que se hace evidente en puertas de hoteles e incluso ayer en el estadio.

Solo para llegar al Maracaná hay controles desde casi ocho cuadras, revisiones exhaustivas y hasta arcos que son detectores de metales.

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La entrada y la salida al estadio se parecía más a una procesión multicolor. Decenas de idiomas se cruzaban camino al metro. Rio recibirá una inyección de US$ 830 millones de los más de 1.4 millones de personas que llegarán para los juegos.

Marco Balich fue el productor ejecutivo del evento. Mientras las cámaras mostraban al mundo la ceremonia, en la cancha personajes de negros y con teléfonos hacían coordinaciones para evitar cualquier descuido.

Cuestión de identidadBrasil no sólo tiene la localía geográfica, sino que esa condición se manifestó en una ceremonia convertida en carnaval, recurriendo a la música popular como base sonora de la presentación. Allí la presencia de los míticos Gilberto Gil y de Caetano Veloso en más de una ocasión.

Los juegos de luces, los fuegos artificiales se dejaban sentir por toda la ciudad atenta y despierta. La historia representada en la cancha del Maracaná es la historia de Brasil, afirmaban los miles de brasileños de las tribunas las pocas que se sentaban, la mayor parte del tiempo bailan al ritmo de la samba que acompañaba el ingreso de cada delegación.

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La intensidad no decaía. El paseo de la bandera olímpica, llevada por ocho medallistas eternos del Brasil de distintas disciplinas, causó furor en las gradas. La llama olímpica fue una confirmación del calor que hoy se vive en esta ciudad.

El presidente del comité organizador, Carlos Nuzman, recordó que durante siete años Rio se preparó para este evento y haga señaló : "El mejor lugar del mundo es aquí y ahora". No se equivoca.