(Bloomberg).- El desarrollo de carriles para bicicletas hace que una ciudad sea más saludable, incluso para aquellos individuos que nunca se montan en una bici.

El carril de bicicleta es un tema contencioso en muchas ciudades de Estados Unidos, que enfrenta a conductores de automóviles, los cuales opinan que no hay más espacio para bicicletas, en contra de los entusiastas de las dos ruedas, los cuales pregonan los beneficios para la salud de dejar el coche en casa.

Pero si se introducen suficientes carriles para bicicletas, algo mágico empieza a suceder: aquellos que no montan en bici también se benefician de un aire más limpio cuando la red de carriles está lo suficientemente desarrollada para que la gente opte por las bicicletas en lugar del coche para ir al trabajo.

Una red menos desarrollada no reduce la contaminación ambiental porque la gente solo utiliza los carriles para paseos en bici por placer, y no para desplazarse al trabajo, dice Babak Mohit, investigador de post-doctorado de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia y autor principal del estudio difundido en Internet por la publicación Injury Prevention.

Además, los carriles para bicicletas favorecen la seguridad de los ciclistas y atraen a nuevos aficionados, que obtienen beneficios por el ejercicio cardiovascular, según Mohit y los coautores del estudio, Jing Gu y Peter Alexander Muennig.

Y parece que las ciudades están acogiendo la idea con agrado. Según un artículo publicado por la consultora McKinsey & Co. el año pasado, "Londres está desarrollando 12 súper-carriles para bicicletas, esto es, carriles extra anchos de uso exclusivo para bicicletas. McKinsey también ha señalado a Nueva York, San Francisco, São Paulo, Delhi e incluso Moscú entre las ciudades que están ampliando sus redes de carriles para ciclistas.

Y ya hay fórmulas que demuestran la rentabilidad de la estrategia en lo relativo a la salud pública. Cuando Nueva York gastó unos US$ 8 millones en el 2015 en la ampliación de la red de carriles para bicicletas, el coste por "año de vida ajustado a la calidad" (AVAC) era de US$ 1,300, según el estudio de Mailman.

El AVAC es un indicador estándar del análisis coste-beneficio. Este cálculo tiene en cuenta el número de individuos que se benefician de una intervención, cuántos años de vida adicional cabe esperar y el efecto positivo sobre la salud durante estos años adicionales.

Y resulta que cuando se aplica este cálculo a los carriles para bicicletas resulta más económico por AVAC que, por ejemplo, la diálisis de riñón, que cuesta unos US$ 100,000, aunque no es tan efectivo como las vacunas más corrientes, que cuestan cientos de dólares por AVAC, señaló Mohit.

Esto no es un argumento para eliminar las máquinas de diálisis y utilizar el dinero para desarrollar carriles de bicicleta, pero respalda la noción de que "la inversión en carriles para bicicletas es más efectiva respecto a los costes que la mayoría de las medidas preventivas utilizadas hoy en día", según los estudios.

"Aunque utilizamos la ciudad de Nueva York como ejemplo, nuestra intención es proporcionar un modelo mucho más generalizable, de modo que las ciudades puedan estimar la rentabilidad de sus inversiones en los carriles bici", escribieron los autores.