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Aliados del tiempo, sobreviven a su paso como privilegiados testigos de la historia. Los relojes de estas ciudades no solo marcan la duración de los días, sino que se han convertido en templos culturales para el turismo y los propios ciudadanos.

Deleitarse con el movimiento de las agujas del Big Ben lleva desde 1859 siendo una de las atracciones más atractivas de Londres, al igual que ocurre en Venecia y su Torre del Orologio, con seis siglos de historia.

Las ciudades apuestan por hacer de las estaciones de trenes un lugar más allá del simple transporte, donde se pueden encontrar reliquias como el reloj de la Estación Central de Nueva York. También, ayuntamientos y palacios se suman desde hace siglos a hacer de los relojes su principal monumento histórico.