Roberto Lerner
Roberto Lerner

Schadenfreude es un término en alemán que significa “alegrarse por la desgracia del otro”. Este resulta curioso porque puede representar la idiosincrasia peruana, sobre todo cuando nos expresamos en redes sociales.

“Black Mirror” lo entiende muy bien con sus episodios distópicos, y para el sicólogo Roberto Lerner, no nos encontramos muy lejos de conformar un capítulo de la serie británica.

“En las redes, existe la ilusión de un feedback que no se tiene cuando interactuamos cara a cara”, comenta a Gestión. Podemos inferir qué significa una sonrisa, ¿pero qué quiere decir un ‘like’ en Facebook?

Sociedad reality
“El jardín del vecino siempre es más verde que el tuyo”, reza el refrán. La diferencia es que en Facebook todo el mundo es un potencial vecino.

El fenómeno de la felicidad perpetua en redes sociales se asemeja al del viejo álbum de fotos: uno no comparte los momentos tristes. Entonces, se observa al mundo contento, y al compararse uno se siente miserable. La reacción no es positiva: hay un aumento de la envidia, señala Lerner.

Antes existían menos referencias para compararse, hoy se encuentran con un clic. El acceso a este público enorme de sonrisas ilimitadas banaliza y capitaliza la atención humana, convirtiéndola en el Santo Grial del mundo online.

Cuando se consigue la atención de las masas, se construye un nuevo ídolo, que puede relatar su vida completa en redes: la selfie a media mañana, el desayuno, la salida del almuerzo y la cita de las ocho.
El síndrome del paparazzi seduce a una nueva audiencia, y el mundo se encuentra sumido en una ‘sociedad reality’.

“Es como un reality porque se acompaña de un fisgoneo de la vida íntima de la persona, y te convierte en jurado. Sientes que tú decides si a alguien le va bien o mal”, subraya.

Shaming
La coherencia no es realmente una característica de la conducta humana. Las personas aprendemos constantemente y es natural cambiar de opinión con los años. Excepto en Internet.

“Nuestra mente no está hecha para que la confronten con su pasado. En las redes sociales no hay antecedentes, background o circunstancias atenuantes”, observa.

El ‘shaming’ escoge a su víctima aleatoria y la somete al peor castigo social. “Mientras la culpa puede tener claroscuros, la vergüenza es una sentencia tajante, la gente no te escucha”.

El agravante de la conducta del ‘matón de escritorio’ es su alcance y velocidad. Si antes no hacía lo que la sociedad esperaba de usted, podía huir y rehacer su vida en otro lugar. Hoy la condena es global.

Un mundo feliz
En las redes hallamos dos tipos de personas: las que están de acuerdo con nosotros y las que no.

“A todos nos gusta encontrarnos con gente que piense como nosotros, y como te sientes tan validado por una parte de la red, la otra parte se convierte en un enemigo. Entonces, la atacas”, subraya el sicólogo.
Los grupos radicales de pronto se sienten respaldados, y son las ideas más extremas las que infectan más rápido la idiosincrasia popular.

“Lo mismo sucedía cuando una tribu cromagnon se encontraba con otra: en el mejor de los casos era un concurso de chillidos, en el peor mataban al grupo pequeño. Es lo mismo que ocurre ahora”, apunta.
Al final, ya no es necesario escuchar nuevos puntos de vista ni corroborar fuentes. “Habíamos superado la sordera intelectual con la invención de la imprenta. Hoy somos como un chimpancé con smartphone”, concluye Lerner.