Redacción Gestión

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Cuando se escucha "pasajeros frecuentes" al momento de abordar un avión, uno puede ver a un grupo pequeño de personas que gozan de algunos beneficios y para la mayoría son personas que viajan frecuentemente y se alojan en exclusivos hoteles y comendo en restaurantes elegantes.

Sin embargo, estos pasajeros frecuentes pueden sufrir de estrés, falta de sueño, soledad y problemas familiares, según un estudio de las universidades de Surrey en Reino Unido, y de Lund en Suecia.

El estudio plantea que este estilo de vida "hipermóvil" de la actualidad, pese a ser mostrado como algo glamoroso, exclusivo y deseable, la verdad es que tiene costos en salud física, psicológica, emocional y a nivel de las relaciones sociales.

"Un hombre vistiendo un terno a la medida, en un asiento de cuero reclinable, con un notebook abierto frente a él y un auxiliar de vuelo sonriente sirviéndole un whisky con soda. Esta es la imagen del viajero de negocios que presentan los avisos de televisión o las revistas de magazine. Pero hay un lado oscuro de este estilo de vida hipermóvil y seductor, que los medios y la sociedad ignoran", explicó Scott Cohen de la Escuela de Gestión Turística y Hospitalidad de la Universidad de Surrey.

En su opinión, los niveles de estrés fisiológico, físico y social que los viajes frecuentes ponen sobre las personas "tienen efectos negativos potencialmente serios a largo plazo, que van desde las rupturas familiares, hasta cambios en los genes debido a la falta de sueño".

Lo que muchas veces les sucede a los ejecutivos es que enfrentan situaciones en que se bebe alcohol y se come, lo que con el tiempo les trae problemas de sobrepeso.

Según especialistas citados por el diario El Mercurio de Chile, cuando se viaja mucho, la persona sufre jet lag, que es la dificultad para adaptarse a los horarios, lo que favorece los trastornos de la alimentación, aumenta el sedentarismo y el riesgo de obesidad en la persona.

Esta desincronización del reloj biológico del viajero frecuente favorece la resistencia a la insulina, el aumento del azúcar en la sangre y, finalmente, incrementa el riesgo de enfermedad cardiovascular.

Por su parte, el viaje mismo genera estrés, con la preparación de maletas, estar horas antes en el aeropuerto y hacer el check- in . Sin contar las esperas, cancelaciones y retrasos de vuelos que se puedan producir.