(Bloomberg).- Es un momento fabuloso para las falsificaciones. Noticias falsas. Arte falso. Bolsos falsos. Sushi falso en Los Ángeles.

Y cada vez más, la atención se está volcando a la realidad de los vinos falsos. Hace algunos años, un informe en un diario francés, Sud Ouest, calculó que 20% de los vinos podría ser falso.

Es un número enorme; los expertos dudan que sea tan alto, pero aun así ello indica una creciente preocupación. El problema reviste su mayor gravedad en China, debido a un pujante mercado del vino que se prevé sea un negocio de US$ 69,300 millones para el 2019, un incremento de 81% en cuatro años.

En el 2016, las autoridades italianas incautaron 9,000 botellas de Moët Chandon falsificado. Descubierto en un almacén en Padua, en el norte de Italia, el falso Champagne—en realidad, vino de mesa espumante—tenía un valor minorista de US$ 375,000.

También encontraron 40,000 etiquetas falsas de Moët, por un valor cercano a US$ 2 millones. La policía italiana se está convirtiendo en experta en la detección de vinos falsos. Dos años atrás, se incautaron 30,000 botellas de Brunello y Chianti Classico falsos durante un registro en la región central de Italia.

Pero los casos más notables de vino falsificado involucran botellas de muy alto valor, y el responsable de los fraudes más costosos está recibiendo mayor atención de los medios en estos días. En el 2014, Rudy Kurniawan fue condenado a 10 años de prisión por vender a las víctimas, entre ellos el empresario Bill Koch, más de US$ 20 millones en vinos falsos. (Koch ahora combate directamente contra el vino falso).

Las personas al tanto describen una cocina que convirtió en una fábrica de vinos falsos, llenando botellas que había bebido en restaurantes; pedía que las vacías le fueran enviadas, diciendo que eran trofeos. Entre las pistas: los coleccionistas informaron que botellas que habían visto solamente una o dos veces en sus vidas—un Romanée-Conti de 1959, por ejemplo—inundaban el mercado.

Las bodegas están adoptando crecientes medidas para luchar directamente contra el problema.

Al cabo de degustaciones para la prensa de cosechas de Romanée-Conti, un empleado pondrá una X en la etiqueta de las botellas abiertas para que nadie trate de reusarlas. En Australia, algunos productores, como Penfolds, destruyen las botellas después de las catas.

La prestigiosa casa Château Palmer hace dos cosas para combatir el fraude. Desde el 2009, ha estampado el fondo de cada botella con el nombre "Château Palmer". Y junto con otras importantes bodegas, como Lafite-Rothschild y Ornellaia, de Italia, ha comenzado a usar algo que se llama Bubble Tag.

Esta tira semejante a una cinta de pegar se adhiere tanto al el papel de aluminio que recubre el corcho como al vidrio de la botella con un patrón único y al azar de burbujas, como también un código alfanumérico y un código QR, que actúan como una huella dactilar única para cada botella. Cuando se escanea el código, llega la verificación.

Y para los coleccionistas, sitios web como WineFraud.com están educando a los consumidores acerca de cómo detectar falsificaciones y evitarlas.

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