Redacción Gestión

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(Bloomberg) Es una imagen permanente de la era espacial en los Estados Unidos: una habitación llena de nerds jubilosos, vitoreando sonoramente un logro en algún lugar lejano, mientras que en el fondo el emblema de la NASA confiere una sensación de triunfo cívico.

Esa escena se repitió esta semana cuando Juno, la sonda espacial de la NASA, se deslizó a la órbita de Júpiter, cinco años y aproximadamente 2,700 millones de kilómetros después de su lanzamiento. La misión ya se ve como un triunfo científico y será emblemática para el futuro de la exploración espacial.

Una vez que esté en línea, Juno investigará algunos de los mayores misterios de Júpiter, como de qué está hecho su núcleo, cuántas lunas tiene y la cantidad de agua que existe en este planeta. Y mientras la sonda hace su trabajo deberá superar algunos retos, como una intensa radiación, algunas fuertes sacudidas y una diferencia horaria con el centro de control de casi una hora. El jefe de misión, Scott Bolton, apenas exageraba cuando la llamó "la cosa más difícil que la NASA jamás haya hecho" --se trata de un logro tanto intelectual como físico.

La NASA ha estado haciendo un montón de cosas difíciles últimamente. Su sonda espacial New Horizons hizo algunos acercamientos impresionantes a Plutón el año pasado. Su orbitador Dawn está estudiando el planeta enano Ceres y sus misteriosos puntos brillantes. El rover Curiosity vagabundea por la superficie de Marte. Y tal vez lo más electrizante, el telescopio espacial Kepler está detectando nuevos planetas más allá del sistema solar, algunos de los cuales podrían también sostener la vida.

Una cosa que tienen en común todos estos equipos de exploración es que los únicos humanos que se involucran, lo hacen desde la Tierra. El programa espacial tripulado no ha sido descartado (el viaje a Marte sigue en juego). Pero sus logros serán menores y más lejanos. La realidad de los presupuestos, las limitaciones tecnológicas y el alto precio --físico y psicológico-- que pagan los astronautas por permanecer en el espacio, todo esto sugiere la presencia de límites firmes a lo que podría llevarse a cabo en un futuro próximo.

Y eso está bien. Como con todo lo anterior, en un futuro próximo la exploración espacial irá involucrando cada vez más un trabajo conjunto entre robots y humanos, con científicos que proporcionen lo racional y máquinas que se ocupen de los asuntos peligrosos. Los dividendos científicos de estas misiones serán sustanciales. Los costos relativamente modestos. Y muchas de las misiones más increíbles --tanto públicas como privadas-- involucrarán distancias que las personas jamás podrán viajar, aun si lo desearan.

A pesar de no ser tan romántica como las misiones Apolo, y seguramente menos atractiva para Hollywood, esta exploración no deja de ser emocionante.

Los nerds que controlan las misiones pueden no ser tan intrépidos como los astronautas que llegaron a la luna. Sin embargo, su contribución al gran experimento espacial de los Estados Unidos demostrará en todo ser igualmente importante.

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