Redacción Gestión

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Cuando Reshma Saujani era niña, debió enfrentarse a comentarios despectivos sobre su color de piel y su condición de descendiente de indios en una escuela de Illinois. Al entrar a la secundaria, fundó un club para educar a sus compañeros sobre otras culturas.

Esa fue la primera señal de que, más tarde, consolidaría una posición de liderazgo.

Ya, en el 2010, cuando hacía una campaña infructuosa para conseguir un escaño en la Cámara de Representantes del Congreso por New York, Reshma visitó varias escuelas. Ahí observó decenas de niños en aulas de robótica y una niña en un laboratorio de computación.

Entonces quedó convencida de que había una en la educación tecnológica. Así, recordó que, en su adolescencia, le aterrorizaban las matemáticas y las ciencias, pero quería asegurarse de que otras menores no perdieran una infinidad de oportunidades por temores similares.

Nuevo proyecto Esa determinación la motivó a fundar Girls Who Code en el 2012, un movimiento que capacita a jovencitas de secundaria en ciencias de la computación.

El proyecto se extiende a nueve ciudades de EE.UU. y según el ofrece enseñanzas sobre fundamentos para escribir código, desarrollar sitios web, aplicaciones, y robótica.

Reshma, junto a otros especialistas que estudian la brecha de género en la tecnología, concluye que la razón de la disparidad está en las presiones sociales en la edad escolar.

Varias chicas de Girls Who Code cuentan que se enfrentan a las mismas situaciones más de una vez: les dicen que la ciencia de la computación es cosa de muchachos.

Si bien en destacan Marissa Mayer, directora ejecutiva de Yahoo; Danielle Feinberg, miembro clave de Pixar, y Angela Ahrendts, vicepresidenta senior de tiendas de Apple, las mujeres solo ocupan un 25% de los empleos en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.

Pero Reshma, de 38 años, no pretende rendirse. Las adolescentes de Girls Who Code tienen la oportunidad de reunirse con líderes de la industria como Jeff Bezos, de Amazon, y Sheryl Sandberg, de Facebook. El éxito del proyecto es rotundo.

De ofrecer un solo programa en su primer año, ostenta unos 40 este 2015. Las estudiantes interactúan constantemente y están en un intercambio de energía imparable. Sus proyectos no quedan en el papel, porque los proponen como potenciales emprendedoras de Silicon Valley.

Y precisamente ese es el propósito de Reshma: que las jóvenes ejerzan una influencia poderosa y recluten a otras como si se tratara de una cruzada.