“No hay una experiencia que tenga en donde no esté potencialmente buscando despertar un concepto de lápiz labial”. Al menos así lo asegura Poppy King -intensos ojos verdes, cabellos castaños, labios rojos al estilo de los años 40-, la artífice de la Lipstick Queen. La australiana, para quien no cabe duda de que las barras de labios son una “capa de superhéroe”, se ha convertido en una leyenda en la industria del maquillaje.

Apenas a los siete años descubrió la confianza que le otorgaba el lápiz labial y no fue hasta terminada la secundaria que decidió internarse en su producción impulsada por la dificultad que le suponía hallar “un rojo mate vintage”. “No tengo ninguna credencial, excepto que me encanta el lápiz labial”, ha confesado en una entrevista con la revista The Cut.

Ascenso y caída

Su aventura arrancó ni bien cumplió la mayoría de edad; su ascenso fue meteórico, el nutrido negocio de lápices labiales que fundó en 1992 bajo el nombre Poppy Industries reportaba ganancias anuales de US$ 6.5 millones, pero tan rápido como hizo surgir el imperio, este colapsó, la caída fue en la misma medida acelerada y para principios de la década del 2000 no quedó nada.

No obstante, Poppy King había roto los esquemas de aquellos tiempos. Las texturas mate, audaces tonalidades y atrevidas denominaciones (como una colección que llamó Siete Pecados Capitales) hicieron que las mujeres australianas pudieran hallar una herramienta de empoderamiento en su propuesta.

Es por esto que no todo estaba perdido: Poppy Industries fue finalmente vendida a Estee Lauder, que la contrató como vicepresidenta creativa de su marca Prescriptives.

“Necesitaban una personalidad detrás. Querían alguien inusual, que no fuera maquillador, que tuviera historia, estilo y sensibilidad”, declaró a Financial Review desde el apartamento neoyorquino al que se mudó después del fracaso de su firma.

King, una mujer de 44 años que afirma estar en constante búsqueda de inspiración, incluso los fines de semana, se mantuvo durante tres años en la compañía estadounidense. En ese momento sintió que había aprendido todo lo que necesitaba para completar su comprensión de la industria: había recordado hacia dónde quería ir y estaba dispuesta a buscarlo.

Resurgimiento

Fue así que lanzó la nueva marca Lipstick Queen. Cuenta que tardó aproximadamente doce meses en reunir inversores, pero venía de Lauder y había formado una red de contactos.

“Decidí retornar al lado de la pequeña empresa porque pienso que puedes ser más creativo. Estoy interesada en entender al cliente, no en predecirlo como quizá lo hacen las multinacionales. Es una sensibilidad diferente”.

De hecho, se trata de una mirada bajo la cual ha centrado su estrategia: Poppy identificó que en realidad las mujeres emplean básicamente dos tonos (rojos y rosados o corales y nude), pero que están dispuestas a experimentar con una gama que proporcione una fuerza diferente, para así elegir algo más liviano y no tan dramático o, por lo contrario, algo más completo y audaz.

La gama Lipstick Queen no ha tardado en sembrar frutos: es distribuida en grandes tiendas por departamentos y cadenas de marcas de lujo.

Exclusivo y único

De esta manera, Poppy King ha conseguido reinventarse: se estima que ha ideado más de 100 lápices labiales diferentes desde el concepto hasta el final.

Así, los entendidos de la industria han destacado su capacidad para lanzar propuestas disruptivas: barras de labios con colores tan ricos como únicos, que no buscan asemejarse a ninguna marca y que, por el mismo motivo, van en una dirección completamente diferente.

Pero la reina del maquillaje ha buscado concentrarse en el lado creativo del asunto en lugar de atascarse en la administración del negocio. Razón por la que recientemente vendió Lipstick Queen a una firma británica fundada por miembros de la familia del gigante Gap.
“La motivación para vender la marca jamás fue financiera. Fue en realidad una decisión de calidad de vida”, sentencia con convicción.