(Foto: EFE)
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Una fiesta en el desierto no suena como el plan más apetecible y seductor, pero la cosa cambia cuando se trata de Coachella, el prestigioso festival de lo "cool" en California que es un irresistible imán para los famosos y también un punto de máximo interés para la moda y las tendencias.

En este evento en el que hasta algunas celebridades, en principio no musicales, se suben al escenario como artistas (el actor Idris Elba fue DJ en esta edición), la cuota de famosos entre el público es muy elevada ya que, durante solo unos días, los VIP de y alrededores cambian sus planes en Malibú o Las Vegas por acercarse a los conciertos de la localidad de Indio.

Siguiendo las pistas que deja, una red social imprescindible en un festival consagrado a la era del selfi, por Coachella pasaron estos días famosos como Justin Bieber, Gigi Hadid, Kylie y Kendall Jenner, Bella Thorne, Paris Jackson, Alessandra Ambrosio, Sara Sampaio, Patrick Schwarzenegger, Paris Hilton, Halsey y James Corden.

Ariana Grande era el gran reclamo de Coachella, que tuvo lugar del viernes al domingo y que se volverá a celebrar el próximo fin de semana con el mismo cartel, pero también se subieron a los escenarios del festival, por sorpresa y sin anunciar, otras estrellas como Katy Perry, Selena Gómez y Cardi B.

La moda es fundamental en Coachella, empezando por los propios artistas, cuyas apuestas sobre las tablas siempre se miran con mucha curiosidad.

Por ejemplo, llamaron la atención la española Rosalía, con un conjunto rojo de vinilo en dos piezas de la firma L.A. Roxx, y el puertorriqueño Bad Bunny, que llevó su trap latino al escenario principal de Coachella con un colorido traje de Louis Vuitton y unas enormes gafas de sol que prácticamente le tapaban la mitad de la cara.

Otros reforzaron su conocido "look" durante sus conciertos, ya fuera Childish Gambino, siempre con el torso al descubierto y vistiendo collares; o la sensación juvenil Billie Eilish, con una apuesta estética a mitad de camino entre el gótico y el estilo rapero.

Entre el público de Coachella, encantado con los placeres exclusivos y la oferta gourmet del festival, la moda también es un asunto a tener en cuenta.

Para las altas temperaturas en el desierto, especialmente a primera hora de la tarde, los pantalones cortos, no solo en tela vaquera, volvieron a ser un clásico este año.

No obstante, el aire hedonista y despreocupado de Coachella también inspiró a muchas de sus fans a llevar trajes de baño y bikinis, a veces cubiertos con transparencias y otras sin nada por encima.

Hace unos años, las coronas y adornos de flores estilo hippie o bohemio eran fundamentales en Coachella, pero su tiempo de gloria parece haber pasado puesto que últimamente una de las cosas más vistas en el festival es el maquillaje con pedrería.

Remates dorados, plateados y multicolores por la cara y el cuerpo, normalmente con formas curvas y en espiral, fueron así una apuesta secundada también por algunos hombres.

Tops de todos los colores y estilos así como vestidos finos también tuvieron su protagonismo entre las mujeres, mientras que en el caso de los hombres se vieron muchas camisetas deportivas, algunas de ellas "vintage".

Para el recinto de tamaño descomunal del Empire Polo Club en el que se celebra Coachella, las deportivas parecerían el calzado más cómodo y adecuado, pero muchos se saltaron la lógica y vistieron tacones, botas vaqueras o sandalias.

El punto de vista práctico, al menos, sí se aplicó con más rigor en cuanto a los accesorios: las gafas de sol y los pañuelos para protegerse del polvo fueron clave para quienes, además de una fotografía ideal frente a la noria de Coachella, buscaran estar perfectamente equipados para esta exclusiva y sin igual fiesta en el desierto.