(Bloomberg).- Para decirlo de manera tajante –expresando una prolija verdad sobre las corbatas–, hay tres clases de tipos que usan moño al cuello en el mundo: los absolutistas, que no lucen ninguna otra cosa que corbatín; los inocentes, que no saben hacer el lazo, y los amateurs, algunos de los cuales han salido al ruedo ahora.

Estos aficionados usan corbata de lazo, o pajarita, en las carreras de caballos, en bodas primaverales al aire libre, en reuniones en jardines y otras ocasiones festivas, donde contribuyen al ambiente con estas decorativas antiguallas.

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[Corbatas de seda hechas a mano de Turnbull & Asser (US$ 98)]

En Manhattan son un rito masculino de la escena callejera primaveral. Es la ley natural: en algunos barrios, el mes de mayo saca a la calle playboys ociosos en Jaguars convertibles. En otros, los moñitos migran a los cuellos como un caleidoscopio de mariposas. Siempre se los ve usados con orgullo: un fuerte orgullo, porque la corbata de lazo provoca sentimientos fuertes.

¿Por qué es el corbatín una prenda tan polarizante? Mi teoría es que revela que todo lo que los hombres usan al cuello –hasta la corbata elegida por los mercenarios croatas a fines del siglo XVII– son cintas ornamentales.

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[Corbatas en forma de manga murcielago de Drake (US$ 145)]

El más selecto barrio de corbatas de lazo en Manhattan fue Madison Avenue en los años 40 con su tránsito de peatones que iban y venían de y hacia Grand Central, Brooks Brothers y muchas instituciones financieras y jurídicas.

Recientemente en una calurosa tarde, descubrí un par de moñitos de madrás usados con estupendas chaquetas seersucker (de punto de seda), un par de pajaritas rayadas con blazers azules y un moño azul a pintas combinado con un buen traje oscuro al estilo Winston Churchill.

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[Pajaritas de algodón inglés de Alexander Olch (US$ 110)]

Observaba todo esto mientras caminaba hacia el Tie Bar que acaba de abrir un local temporal en ese tramo de la avenida Madison, para encontrarme con la presidenta ejecutiva Allyson Lewis. Ella informó que el negocio de las corbatas moñito, tras años de robusto crecimiento, "había alcanzado una meseta".

Hace cinco o 10 años, cuando los atletas de elite usaban normalmente moño en las entrevistas posteriores a los partidos y Bertram Cooper, de Mad Men, le daba un buen impulso a la prenda, muchos más hombres los lucían.

Como dijo Lewis, estaba bien usar corbatín, no era necesariamente profesional. Pero después de expandir su nicho, ahora es algo consagrado. Sin embargo, no todo está tranquilo en el frente de las corbatas de lazo. Por el contrario, están en todas partes: desde el cuello de Bill Nye en eventos sobre cambio climático hasta el cogote de un perro en primera clase.

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[Corbatas reversibles de Brooks Brothers (US$ 69.50)]

Y también en todos los noticieros, donde las usan George Will o Tucker Carlson. Este último solía ser un absolutista de los moños, pero ha cambiado. "La gente te desprecia cuando usas moñito", ha dicho. (Puedes sacar al muchacho del corbatín, pero no puedes sacar a este de su personalidad).

Estas cintas ornamentales han adquirido una nueva vida simbólica. Organizaciones como la BowTie Foundation y celebridades como Jesse Tyler Ferguson, de Modern Family, alientan su uso y adquisición con propósitos de conciencia social a través de la fundación Tie the Knot.

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[Corbatas pre-atadas con pelaje de Fendi (US$ 395)]

Tales organizaciones apoyan causas a las cuales yo donaría con gusto. Pero me pregunto: ¿cuánto dinero necesitaría para lograr que dejen a los corbatines fuera del asunto? Sus buenas intenciones podrían reformular el significado de la prenda en la dirección del kitsch.

Ese es un futuro potencial. Por ahora, echemos una mirada al estado de las cosas en el frente del lazo. Los diseñadores siguen abasteciendo a los absolutistas con los estilos tradicionales: el moñito es el sponsor oficial de los eventos de etiqueta, después de todo. La tradición tiene un fuerte peso.

Por Troy Patterson