Redacción Gestión

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Para ser la es necesario tener, en primer lugar, la capacidad de influir en un conjunto de personas con el fin de que todas persigan unos mismos fines.

El debe aportar valor y seguridad en situaciones conflictivas y de crisis, transmitir confianza en nuevos proyectos y adaptarse a las diferentes circunstancias.

El primer desafío para el empresario es definir sus objetivos y su visión de la compañía, adquirir todas las destrezas de gestión, y saber cuándo emplearlas para que el grupo trabaje por conseguir las .

Crear un entorno cómodo. Para motivar a los empleados, lo esencial es interesarse por ellos y conocer sus opiniones, asegurándose de que están de acuerdo o no con las decisiones.

Por otro lado, también es importante demostrar confianza en el equipo. Esto se puede realizar, por ejemplo, permitiendo que las personas desarrollen su capacidad de liderazgo y delegando en ellas algunas funciones importantes.

Además, así se conseguirá mayor lealtad y los éxitos se celebrarán con más entusiasmo. No hay que olvidarse tampoco de celebrar los pequeños logros, una simple comida. Un brindis ayudará a mantener la motivación de la plantilla.

Adaptarse a las situaciones de cambio. Es necesario mantener informados a todos los empleados de los nuevos progresos y estrategias. Muchas veces, las modificaciones importantes generan desconcierto. Por eso hay que asegurarse de que todo el personal se involucra.

También hay que tener en cuenta que el cambio puede generar rechazo, aunque esa nueva propuesta sea para mejorar. En lugar de ignorar esa sensación, se debe afrontar y ser muy transparente.

Utilizar la persuasión para influir en los demás. Un buen líder debe ser un comunicador convincente. Esta cualidad será especialmente útil, por ejemplo, en situaciones en las que se quiera crear un acuerdo con alguna otra compañía, ya que el empresario tendrá que explicar muy bien las ideas a los diferentes departamentos y personas, como proveedores o clientes, que se verán afectados.