(Bloomberg) Si odia el horario de verano y toda la confusión y privación de sueño que trae aparejada, ahora tiene datos sólidos de su parte. Una ola de nuevas investigaciones confirma los argumentos contra el cambio de hora dos veces por año.

Los argumentos a favor del horario de verano carecen de fundamento firme desde hace algún tiempo. El cambio de hora semestral originalmente se implementó para ahorrar energía.

Sin embargo, docenas de estudios de todo el mundo han llegado a la conclusión de que el cambio de hora tiene efectos mínimos o inexistentes en el consumo de energía. Después de que Indiana finalmente implementara el horario de verano, algo que no ocurrió sino hasta el 2006, sus habitantes en realidad usaron más electricidad.

El horario de verano no es sólo una reliquia inocua de la crisis energética de los años 70. Las últimas investigaciones indican que el cambio de hora puede ser perjudicial para la salud y cuesta dinero.

Los efectos son más perturbadores en la primavera y el otoño, justo después de que se producen los cambios de hora. Este año, los relojes en los Estados Unidos se adelantarán el domingo 12 de marzo. La mayor parte de Europa pasa al horario de verano dos semanas más tarde.

El sufrimiento del cambio de horario de primavera comienza con la pérdida de una hora de sueño. Esto podría parecer poca cosa, pero los investigadores han descubierto que puede ser peligroso interferir con los horarios de sueño.

Los accidentes de tránsito, los accidentes cerebrovasculares y los ataques cardíacos aumentan en los días posteriores al cambio de hora del mes de marzo. Resulta que los jueces, privados de sueño por el horario de verano, dictan sentencias más duras.

"Incluso los pequeños cambios en los patrones de sueño pueden afectar al capital humano de manera significativa", escribieron dos investigadores de la Universidad Cornell, Lawrence Jin y Nicolas Ziebarth, el año pasado.

Algunos de los últimos defensores del horario de verano son un puñado de grupos empresariales que suponen que el cambio contribuye a estimular el gasto de los consumidores. Eso tampoco es cierto, según un análisis reciente de 380 millones de transacciones bancarias y de tarjetas de crédito realizado por el Instituto JPMorgan Chase.

El estudio comparó Los Angeles con Phoenix en los 30 días posteriores a los cambios de hora de marzo y noviembre. Arizona es un caso de prueba natural ya que es uno de los dos estados, junto con Hawai, que no usa el horario de verano.

En la primavera, de acuerdo con los datos de transacciones de los consumidores, la hora adicional de luz vespertina en Los Angeles logró aumentar ligeramente el gasto de tarjeta por persona, en comparación con el de Phoenix, aunque en menos de 1%.

Ese pequeño incremento del gasto se ve anulado por el impacto negativo del cambio de hora de noviembre, que hace que, por la oscuridad, la población de Los Angeles gaste 3.5% menos en los comercios minoristas locales.

Después del cambio de hora de otoño, los compradores hicieron muchos menos viajes a las tiendas, especialmente durante la semana. Las tiendas de comestibles, las de descuento y otros minoristas se llevaron la peor parte, mientras que los restaurantes y las empresas de servicios no se vieron afectados.

En otras palabras, la luz del día resulta ser un factor sorprendentemente importante en la frecuencia con la que los trabajadores se detienen en las tiendas cuando regresan a casa de sus trabajos por la noche.

"Al final del día, ya esté oscuro o haya luz, [las personas] van a tomar una decisión impulsiva en ese momento", afirmó Diana Farrell, presidenta y directora ejecutiva del Instituto JPMorgan Chase.

Una posible explicación para el fuerte descenso del gasto, señaló Farrell, es que la hora adicional de oscuridad podría llevar a más personas a comprar por Internet en lugar de en persona. El estudio sólo examinó las transacciones realizadas a través de los minoristas locales.