Redacción Gestión

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En algunas organizaciones ocurre, con más frecuencia de la que debería, que ha renunciado el segundo entrenador y es la plantilla la que se responsabiliza de cuando éste falta. Y aquí no radica todo el problema. La situación se vuelve más complicada cuando, además, ese líder se va dejando tareas pendientes de las que tendrán que responder sus colaboradores.

Cuando esto pasa, debe lidiar con «jefes oportunistas que hacen que alguien responsable de su equipo haga su trabajo y se las arregla para estar sólo el día de la foto para apuntarse el tanto», cree Paco Muro, presidente de Otto Walter.

Ante este tipo de responsables, la reacción del equipo depende de su grado de madurez. Los grupos de trabajo inmaduros suelen bloquearse y bajar el rendimiento. Pero un buen jefe debería conocer a su plantilla y asumir que no puede dejar a sus empleados solos sin un responsable.

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Si el equipo es capaz de tomar las riendas puede ser incluso interesante para estos profesionales, aunque nunca la situación ideal. Menos aún si ésta se convierte en costumbre, porque las críticas al líder provocarían un mal ambiente que terminaría afectando a la productividad del equipo. No tanto si ese jefe que se marcha de vacaciones deja todas sus tareas terminadas. En ese caso, los colaboradores no tienen más compromiso que el que han adquirido con su propio trabajo.

Un equipo sin cabeza durante unos días puede ser una mala idea, si el líder que disfruta de sus vacaciones lo hace sin dejar nada hecho, creyendo que serán sus empleados los que asumirán sus tareas, y sus responsabilidades. Pero también puede ser un reto interesante para las plantillas organizadas que saben trabajar codo con codo.