Redacción Gestión

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¿Alguna vez le ha sucedido que su jefe inmediato parece darle la espalda a pesar de haber construido una relación de mediana confianza con usted? Se han hablando en fiestas de la compañía, han ido juntos a reuniones e incluso han conversado en privado sobre un proyecto que ha ido gestando como iniciativa propia para la empresa.

Sin embargo, su jefe anuncia en una reunión no pondrá en marcha el proyecto sobre el que conversaron. ¿Decepcionado? Inmediatamente pensará que la amable sonrisa o apertura al diálogo eran una fachada, que su confianza era deshonesta y lo calificará de "poco visionario" o "poco arriesgado".

Según Susan Davis, fundadora del de Harvard, podría estar experimentando un fenómeno psicológico conocido como "error fundamental de atribución" o "sesgo de correspondencia". En su , explica que más de una vez tendemos a colocar el comportamiento de otros en esquemas fijos de personalidad ("deshonesto", "poco arriesgado") en lugar evaluar dicho comportamiento dentro de los límites de su contexto.

Sesgos negativosEsta actitud por parte de los empleados fue observada hace 45 años en un experimento psicológico realizad por Ned Jones y Victor Harri. "En la vida cotidiana, la gente parece demasiado dispuesta a juzgar a todos por lo que aparentan, y es demasiado reacia a buscar explicaciones alternativas sobre el comportamiento de los otros", dijo al respecto Daniel Gilbert, psicólogo de la Universidad de Harvard.

Gilbert propuso que estos sesgos pueden rastrearse e identificarse hasta en cuatro causas. Esta son las formas en las que probablemente estemos interpretando la conducta "decepcionante" de nuestro superior:

1. Nos falta conciencia completa sobre la situación del jefe. Frecuentemente nos falta información sobre las limitaciones de los otros. Por ejemplo, nuestro jefe puede haber defendido nuestro proyecto desde que se enteró de él, pero recientemente puede haber estado bajo estrecha vigilancia del gerente. Si terminó rechazando nuestra iniciativa, lo hace por coacción y no intencionalmente.

2. Generamos expectativas irreales alrededor del jefe. A pesar de que entendamos que nuestro jefe está entre la espada y la pared, es posible que continuemos descalificándo su personalidad. Esto sucede porque no somos tan buenos prediciendo cómo reaccionaríamos nosotros mismos de estar en su situación. Resultado: seguiremos pensando, "Claro, está bajo presión, pero yo nunca hubiera cedido. Qué cobarde".

3. Sacamos conclusiones exageradas sobre la conducta del jefe. Aún si vencemos los dos primeros sesgos, tal vez no podamos percibir acertadamente el comportamiento del jefe. Imagine que incluso sabe y entiende por qué rechazará su proyecto. Al momento del anuncio, le parecerá que el jefe está más que cómodo y que tal vez ese había sido su plan desde el comienzo. Si le pregunta a otro colega lo que percibe del jefe, es posible que aquél detecte ambigüedad donde usted ve comodidad. Esto sucede porque evalúa con demasiado detalle cada matiz de la conducta del jefe, amplificando sus conclusiones negativas.

4. No logramos corregir las asunciones iniciales sobre el jefe. Se ha comprobado que uno va corrigiendo sus juicios sobre la gente y situaciones mientras obtengamos más información en el camino. Sin embargo, cuando tenemos mucho en la cabeza, nuestro pensamiento se sobrecarga y no logramos corregir los errores. En medio del trabajo que realice o mientras tenga que responder decenas de correos, el jefe permanecerá en nuestro esquema de "uno más del montón".