(Bloomberg).- El nuevo máximo ejecutivo de se ha embarcado en una cruzada para reparar la reputación de la empresa que se ha visto fuertemente dañada por los escándalos sobre el trato que da a las mujeres y su cultura corporativa más general.

incluso se disculpó luego que el regulador de transportes de Londres revocara la licencia local de Uber debido a que la compañía no verificó de manera adecuada los antecedentes de los conductores ni informó de supuestos delitos.

Todo esto alienta las esperanzas de que aparezca una Uber más amable y gentil; una que esté lista para realizar una salida a bolsa a fin de capitalizar una monstruosa valuación en papel de hasta US$ 70,000 millones.

Sin embargo, para llegar a ese punto no bastan las buenas palabras. A pesar de todos los lamentos y la frustración, el impasse con el alcalde de Londres Sadiq Khan parece solucionable. Lo que está menos claro es cómo Khosrowshahi arreglará un problema más peliagudo y mucho más costoso: la clasificación de sus conductores.

En realidad, nadie sabe aún si el nuevo jefe de Uber, así como el directorio profundamente dividido que lo supervisa, están verdaderamente preparados para cambiar la forma de hacer negocios de la empresa. Bajo el mando del pomposo fundador Travis Kalanick, la compañía se expandió con rapidez sosteniendo que su estatus como una simple pieza de software para conectar a los conductores con los pasajeros significaba que no tenía que someterse a las antiguas reglas que rigen varios asuntos, desde impuestos hasta permisos.

Tal enfoque es insostenible, al menos en lugares como Europa donde las protecciones laborales y sociales son más robustas.

Un ejemplo de ello es que Uber acude esta semana a un tribunal laboral en Londres para apelar una decisión que la obligaría a otorgar más beneficios a los conductores británicos como pago de horas extras, de vacaciones y de licencias médicas.

Los jueces decidieron el año pasado que los conductores de Uber no trabajaban como independientes y merecían el llamado estatus de "trabajador", una categoría intermedia en Gran Bretaña. En otro caso judicial en Reino Unido, las disposiciones tributarias de Uber están siendo cuestionadas, en especial una estructura mediante la cual supuestamente utiliza una entidad holandesa para minimizar el pago del impuesto al valor agregado.

¿Estará dispuesto el nuevo y adorable Uber a renovar las prácticas que realmente afectan sus resultados? Los ingresos netos crecieron a un ritmo de dos dígitos para alcanzar los US$ 6,500 millones el año pasado, pero las pérdidas sumaron unos enormes US$ 2,800 millones, en parte debido al crecimiento de los costos operativos y los subsidios pagados a los conductores. Los costos de Uber simplemente no están cubiertos por las comisiones que cobra a los conductores.

Ayudar a Uber a alcanzar una ganancia sostenible significa pensar detenidamente en dónde y cómo opera. Ya ha dejado China y Rusia, donde sus competidores la estaban superando. Pero Khosrowshahi necesita dejar de evadir las obligaciones regulatorias en los lugares donde sí quiere estar, aunque eso aumente el costo en un inicio.

En cuanto al empleo, he sostenido anteriormente que Uber podría adoptar un modelo en algunos países donde ofrezca a los conductores la posibilidad de elegir entre ser trabajador independiente o tradicional. Si bien esto ciertamente aumentaría los gastos, sería una base legal más sostenible en países donde el bienestar social se basa en la jubilación y el cuidado de la salud financiados por el Estado. Es poco realista pensar que Uber pueda saltarse para siempre estos sistemas profundamente arraigados.

Algunos podrían argumentar que agregar aún más costos a Uber plantearía cuestiones fundamentales sobre su modelo de negocios. Pero solamente tiene que reforzar sus protecciones a los trabajadores en los mercados que lo exigen. No todas partes son como Europa. Además, muchos conductores de todos modos no quieren ser empleados de Uber, ya que desean una mayor flexibilidad laboral.

Khosrowshahi tiene mucho trabajo al liderar una máquina perpetua de crisis como Uber. Pero sería un error concentrarse exclusivamente en cambiar la cultura de la compañía, por horrible que esta haya sido. Abordar los derechos de los trabajadores implicaría sin dudas una evaluación más realista de su valor. Si el nuevo máximo ejecutivo realmente quiere extender la mano de la amistad, no debería olvidarse de sus conductores.

Por Leila Abboud

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de Bloomberg LP y sus dueños.