Foto 5 | Sudáfrica. Después de que el partido Alianza Democrática de Sudáfrica presentara cargos criminales contra el presidente Jacob Zuma y miembros de la familia Gupta, las acciones cayeron más del 6 por ciento durante las siguientes semanas, pero se recuperaron cuando Zuma se mantuvo en el poder. En un proceso electoral del partido gobernante para escoger al candidato oficial para las elecciones presidenciales de 2019, una candidata respaldada por el asediado presidente perdió contra Cyril Ramaphosa en diciembre, lo que llevó a los inversores a comprar acciones sudafricanas. El índice FTSE/JSE Africa All Share subió hasta un 1,6 por ciento después de las elecciones.
Foto 5 | Sudáfrica. Después de que el partido Alianza Democrática de Sudáfrica presentara cargos criminales contra el presidente Jacob Zuma y miembros de la familia Gupta, las acciones cayeron más del 6 por ciento durante las siguientes semanas, pero se recuperaron cuando Zuma se mantuvo en el poder. En un proceso electoral del partido gobernante para escoger al candidato oficial para las elecciones presidenciales de 2019, una candidata respaldada por el asediado presidente perdió contra Cyril Ramaphosa en diciembre, lo que llevó a los inversores a comprar acciones sudafricanas. El índice FTSE/JSE Africa All Share subió hasta un 1,6 por ciento después de las elecciones.

Sudáfrica recibió un legado de "su" Mundial de fútbol del 2010 en forma de diez estadios de última generación, una masiva afluencia de turistas y unas cuantas facturas infladas. Pero ocho años después, prefiere recordarlo como un momento excepcional de comunión nacional.

En su despacho en el corazón de la capital, Pretoria, el viceministro de Deportes Gert Oosthuizen presume orgulloso al recordar la organización de la primera, y por ahora única, de fútbol en África de la historia.

"Construimos estadios e infraestructuras. Se acabaron a tiempo, todo salió bien, el mundo entero nos otorgó una buena nota", afirma sacando pecho.

Pero 16 años después de la caída del régimen racista del apartheid, que dividió profundamente el país, lo esencial se ha difuminado. "Lo más importante es el sentimiento nacional y la cohesión social que demostramos", añade el dirigente. "Todos estábamos orgullosos de ser sudafricanos y simplemente africanos", explica.

Para albergar el evento más seguido del planeta, su gobierno desembolsó en la época 30,000 millones de rands, más de 3,000 millones de euros hoy en día, en carreteras, aeropuertos, telecomunicaciones y estadios.

Esas inversiones masivas hicieron ganar al país un punto de crecimiento, según el gobierno. Y la construcción o renovación de diez estadios creó 66,000 empleos.

Del 1 de junio al 11 de julio del 2010, día de la final ganada por España, recibió 1.4 millones de turistas extranjeros.

Hasta ahí lo positivo del efecto inmediato, pero una vez que se apagó el sonido de las vuvuzelas, ¿el país se benefició del efecto del Mundial?

'Bueno para la imagen'

"Las ganancias superaron ampliamente los gastos", afirma sin dudar Gillian Saunders, del despacho de auditoría Grant Thornton.

"Hay muchas infraestructuras, las telecomunicaciones o las carreteras cerca de los estadios, que no habíamos tenido anteriormente", añade. "Ello creó un impulso tal que la llegada de turistas continuó aumentando el año siguiente", apunta.

"Fue un buen ejercicio de márketing que nos puso en el centro del mundo. Fue bueno para la imagen de Sudáfrica y para el turismo", confirma Mike Schussler, director del centro de análisis Economists.co.za.

"Pero nunca se recuperó el dinero invertido en los estadios, algunos municipios heredaron facturas que deberán pagar aún durante mucho tiempo", sostiene.

Después del Mundial, el Estado sudafricano cedió a las ciudades la propiedad de sus estadios, así como su gestión.

Las más grandes, como Johannesburgo o Ciudad del Cabo, al menos adaptaron los recintos para los partidos de grandes equipos de fútbol y rugby, nacionales o extranjeros, así como para conciertos de música prestigiosos.

Johannesburgo incluso confió su gestión a una empresa privada. "Encargada de comercializar las sedes, de atraer eventos, de generar ingresos, de cuidarlas y de compartir los beneficios con la ciudad", explica el responsable de deportes de la ciudad, Siyanda Mnukwa.

Pero la situación es claramente menos alentadora en ciudades como Rustenburg, Nelspruit o Polokwane, que penan para llenar sus estadios.

'Una carga'

"Se nos dijo que los ingresos por los estadios cubrirían su coste. Pero cada año gastamos de 15 millones a 18 millones de rands para cubrir los gastos", lamenta Frank Haas, el jefe de la oposición en Polokwane. "Es una carga, la pregunta es cómo justificarlo ante la población", se pregunta.

"Hay que verlo como una buena inversión, como una herencia que permite unir a la gente y mostrar lo que el continente africano es capaz de hacer", responde Oosthuizen.

El ministro enumera la lista de eventos deportivos internacionales organizados en el país desde el 2010. Sin embargo, son torneos menores, aparte de la Copa de África de Naciones de fútbol (CAN) del 2013.

También alude a las 85,000 personas que se reunieron por el FNB Stadium de Johannesburgo en mayo para ver un amistoso ante el FC Barcelona.

Debido a una economía frágil, Sudáfrica tiene problemas para organizar los principales torneos. El presupuesto le hizo renunciar a los Juegos de la Commonwealth del 2022, que había obtenido en un principio.

Pero el ministro asegura que lo volverán a intentar en el futuro con la Copa del Mundo de rugby, a pesar del fracaso para lograr la sede de la edición del 2023. O incluso los Juegos Olímpicos.

"Tenemos la base para organizarlos", señala. "El sueño está vivo pero será la coyuntura económica la que nos inclinará por una decisión final", concluye.

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