(Bloomberg) Si usted es baby boomer o miembro de la Generación X estadounidense y de clase media, quizás haya pasado gran parte del último decenio preguntándose qué pasó. Si es un boomer, hay muchas chances de que usted siga trabajando mucho después de la fecha en la que creía que se jubilaría.

Y si usted forma parte de la Generación X, probablemente sea menos rico que sus padres a su edad. Mientras tanto, los fondos de pensiones en todo Estados Unidos presentan financiamiento insuficiente y casi sin dudas tendrán que incumplir algunas de sus obligaciones con los jubilados.

No era la idea. En los años ochenta y noventa, la clase media estadounidense apuntaba a un futuro de riqueza y ocio. Si usted era dueño de una pequeña empresa, o ingeniero, o abogado de un estudio pequeño, tal vez no esperaba ser rico, pero probablemente no creía que la cosa se pondría tan fea.

¿Quién es el responsable? ¿Quién se llevó su prosperidad? El asesor comercial de Donald Trump, Peter Navarro, diría que fue China, mientras que su asesor político, Steve Bannon, podría decirle que fueron los inmigrantes.

Los miembros de centros de estudios defensores del libre mercado sostendrían que fueron las normas del gobierno, mientras que los legisladores conservadores le dirían que fueron las madres solteras que viven de la asistencia social o vagos que usan cupones de alimentación. Pero esas respuestas están en gran parte o totalmente equivocadas.

Una respuesta parcialmente correcta es que su prosperidad se la robaron los mismos que prometieron garantizarla y aumentarla. Las décadas transcurridas entre 1980 y 2008 constituyeron la era del neoliberalismo, la ideología del libre mercado.

Se suponía que la desregulación financiera, recortes impositivos y una actitud laxa hacia la protección del consumidor y el combate a los monopolios liberarían el potencial emprendedor de la clase media estadounidense. Y así fue, hasta cierto punto: en esas décadas se creó mucha riqueza y a la economía estadounidense le fue un poco mejor que a la mayoría de los países ricos de Europa y el Lejano Oriente.

Pero además de productividad real, en la era neoliberal hubo muchas estafas y extracción de riqueza de la clase media.

En el libro "La economía de la manipulación: cómo caemos como incautos en las trampas del mercado", George Akerlof y Robert Shiller, dos economistas ganadores del premio Nobel, dijeron que todas las economías de libre mercado conllevan cierto nivel de errores del consumidor, simplemente porque los vendedores siempre están buscando cualquier método para separar a la gente de su dinero.

En un artículo reciente publicado en Fusion, el escritor Alex Pareene describe vistosamente cómo vendedores de todo tipo aprovecharon el entusiasmo con los políticos conservadores:

[La era conservadora] fue una oportunidad fantástica para las empresas que vendían remedios patentados recientemente para tratar las diversas condiciones de la vejez, los autores de dudosos boletines de inversión, los vendedores de semillas de subsistencia, los promotores de libros conservadores mal escritos y toda una gama de timadores parecidos y corporaciones e instituciones financieras de ética floja.

Pero el énfasis de Pareene en el atractivo de la política conservadora es demasiado estrecho.

La clase media blanca que se inclinó por apoyar a líderes como Ronald Reagan, Newt Gingrich y George W. Bush perdió enormes porcentajes de sus ahorros por las comisiones excesivas pagadas a fondos mutuos de inversión administrados de forma activa, asesores financieros, agentes de bolsa, gerentes de fondos de pensión y otros de su tipo.

También pagó comisiones inmobiliarias de 6% pese a que en otros países se pagaba mucho menos. En 1993, rechazó el plan de atención médica de Clinton, y terminó pagando el doble que otros países por tratamientos comparables.

Puso cada vez más plata en matrículas universitarias. Pagó precios más elevados a empresas que terminaron monopolizando mercados tras gastar millones en convencer al gobierno para que les permita realizar sus megafusiones.

El espectacular crecimiento de la desigualdad de ingresos en Estados Unidos demuestra que billones de dólares en activos de la clase media subieron por la escalera socioeconómica hasta caer en manos de un nivel superior relativamente pequeño y fantásticamente rico.

Cada uno de estos pequeños fracasos del libre mercado eliminó otro pedazo del pastel que era la riqueza de la clase media estadounidense. Los que creían que iban a ser los invitados de honor al banquete terminaron de plato principal.

Pero es sólo parte de la respuesta. Buena parte de la prosperidad de la clase media estadounidense no se robó… nunca existió. Comisiones ocultas y servicios caros se llevaron la riqueza real, pero expectativas irrealistas crearon fantasías de una riqueza futura cuya evaporación probablemente cause una decepción más grande todavía.

¿Por qué los hogares estadounidenses ahorraron cada vez menos durante la era neoliberal?

Se brindaron muchas hipótesis, pero una explicación sencilla es que la gente esperaba que sus casas y pensiones ahorrasen por ellos. Buena parte de la riqueza de clase media está atada a inmuebles y cuentas de jubilación; cuando parecía que los precios de las viviendas y las acciones nunca iban a dejar de subir, la gente desarrolló expectativas optimistas para el futuro de manera natural.

Esa ilusión se terminó en 2000, en el caso de las acciones, y en el 2008, en el de las casas. Ambos mercados se recuperaron y alcanzaron o están cerca de alcanzar récords históricos, pero las alegres proyecciones de los noventa y comienzos de la década siguiente no volverán en el futuro próximo.

Si esas extrapolaciones de tendencias hubieran sido ciertas, hoy los precios de los activos estarían mucho más altos de lo que están.

Es por eso que no habrá una solución rápida para los boomers y miembros de la Generación X de clase media. No se puede recuperar lo que uno nunca tuvo. La economía y la tecnología seguirán progresando y el gobierno podrá lograr llevar cierto alivio a la clase media, pero para muchos que esperaban estar mucho mejor, parecerá un premio consuelo.

Parecía que los mercados les prometían el oro y el moro y al final eran espejitos de colores. Me duele mucho decirlo, pero probablemente algunos miembros de la generación más vieja se sentirán decepcionados el resto de sus vidas.

En vez de abrazar fantasías de recuperarlo todo, los líderes de Estados Unidos deberían concentrarse en vender una visión más realista del progreso a las generaciones más jóvenes.

Con las políticas correctas, el Gobierno estadounidense debería lograr sacar al país de su esclerosis, atenuar muchos de los excesos de la era neoliberal y restaurar un crecimiento sano en materia de empleo y productividad. Eso tendrá que bastar.