(Foto: Pixabay)
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¡Se acabaron las discusiones interminables en el café de la esquina! En los tiempos del , las tiendas de comestibles y los supermercados son los únicos lugares donde sobrevive la vida social, aunque bajo total vigilancia.

"¡Este es el único momento en que veo gente real!", exclama Massimo Moi, 56 años, quien vive solo y sale a hacer compras dos veces por semana en el céntrico barrio Monti, cerca de la estación central de trenes de Roma.

"Con tres o cuatro amigos, nos citamos en el supermercado de la esquina: nos alineamos en fila uno detrás del otro, respetando la distancia de seguridad, por supuesto, y conversamos", cuenta este romano con aire juvenil, cabeza rapada y anteojos enormes.

"Ya adentro, seguimos conversando a distancia de frente a los estantes, bromeamos y finalmente nos encontramos en la caja, para luego saludarnos en la acera. Todo a más de dos metros de distancia. En la casa mi única compañía son mis dos gatas, Odette y Anita.¡Las quiero mucho, pero no son muy conversadoras!", ríe.

"Las videollamadas son agradables, pero nunca reemplazarán a las reuniones reales", suspira.

En el desierto urbano creado por las medidas de contención, las tiendas de alimentos se han convertido en el único lugar aún autorizado de "reunión", por lo que son especialmente vigiladas por las autoridades para evitar que se conviertan en foco de contagio.

En Roma, la alcaldesa Virginia Raggi anunció un plan de desinfección de "espacios particularmente frecuentados por la población, en particular farmacias, tiendas, supermercados y hospitales".

Dentro de las tiendas en general se exige el uso de guantes de plástico, que suelen ser suministrados en la entrada.

El personal también los usa, al igual que las mascarillas. "¡Uno se siente casi como en un hospital!", sostiene Massimo.

“Espada de Dámocles”

En España, donde la pandemia llegó con virulencia hace unos días, la gente prefiere evitarse en vez de reunirse en las tiendas, sobre todo en Madrid.

Algunas tiendas exigen el lavado de manos, ponerse guantes y dejar los efectos personales en la entrada.

En Italia y Francia algunos supermercados y farmacias han instalado paneles de vidrio o de plexiglás ante las cajas para evitar todo contacto entre la empleada y el cliente.

Si los empleados y los clientes se evitan cuidadosamente en los estantes, es difícil hacer lo mismo cuando se llega al momento de pagar.

"Los empleados son más amables de lo habitual, especialmente los más jóvenes. Son solidarios frente a la espada de Dámocles que pende sobre nuestras cabezas", observa Massimo.

"Una sonrisa, una broma, se vuelve realmente preciosa en estos tiempos difíciles, eso realmente lo aprecio", confiesa.

En la capital española, Celestino López, un carnicero, observa desde su mostrador que "las conversaciones con los clientes ahora son mucho más cortitas". Una cinta dispuesta en el suelo indica a los clientes el límite que no hay que cruzar.

En Madrid, una de las ciudades de España que registra más casos, los guardias de seguridad y los cajeros de los supermercados están tensos, obligados a aplicar normas drásticas de salud.

Sin embargo, como en Roma, en las pequeñas tiendas se aprovecha la única salida diaria para conversar con alguien.

En Lombardía (norte), la región más afectada de Italia, con más de 4.000 muertos, algunas cadenas de supermercados instalaron en la entrada dispositivos para controlar la temperatura de sus clientes con escáneres térmicos.

Un manera de controlar a los contagiados pero sin síntomas, o con síntomas leves, y que pueden exponer al virus a mayor población.